Hola Ceuta.
Llevo dos días en la ciudad y realmente la encuentro
bastante desolada. La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas
ceutíes se encuentran, concretando, en los mesones, tabernas
y tascas desde el atardecer hasta la ‘madrugá’, cuando no en
la península.
Ahora mismo yo no estoy para disfrutar de eso. Me hace
crecer la barriga de manera desmesurada y a estas horas, más
bien a esta edad, no está la cosa para agitar las campanas.
He tratado de contactar con el editor, o al menos con su
hijo, el gerente, y ninguno de los dos está visible.
Por tanto me despido a la francesa, por otro lado muy
habitual en mí, tanto de ellos como del propio periódico al
que en enviado cientos de artículos de opinión desde 2007.
No percibir nada por unos escritos que, a veces, han
resultado interesantes y han solucionado no pocos problemas
de la ciudad no es agradable, menos aún, cuando los
intereses de uno se lesionan: de aire no se puede vivir.
En mi recorrido por mi querida ciudad natal; en mis visitas
a familiares y amigos solo he encontrado cierta desolación,
cierta amargura que no quiero, ni deseo, que me afecte de
ninguna manera.
Obvio es que ya no es lo que era. Es una ciudad cuyos
habitantes que viven de ella procuran acaparar cuanto más
capital mejor. Con vistas a una previsible huida hacia
adelante.
Una ciudad vendida a lo único con que obtiene dinero: el
comercio barato de artículos que no sirven para nada y los
chanchullos.
Una ciudad que mira más hacía Marruecos, cuyos habitantes de
importancia invierten en la ciudad, que hacía la propia
península de la que recibe las subvenciones con la que
mantenerse en política.
Los precios de los otrora populares y famosos mesones,
tabernas y tascas están muy por encima de la media nacional
y ello repercute en los bolsillos de quienes la visitan,
quizás atraídos por su fama de ciudad de las tapas.
Tal vez sea culpa de la afluencia de turistas rusos con los
bolsillos llenos de euros que regresan, con los mismos
bolsillos, llenos de jamones y quesos, además de las bebidas
espirituosas.
Esta es mi última visita a la ciudad que me vio nacer. Una
ciudad en la que la especulación tiene absoluta preferencia
y, en cambio, ningún control y en la que cualquiera puede
hacer su agosto hasta que lo trincan.
Me voy totalmente desilusionado, aunque no amargado porque
la vida no termina aquí. Este es el último artículo que
escribo para “El Pueblo de Ceuta”, aunque pueden seguir
leyéndome en los diarios “Qué!” de Barcelona y “Sur” de
Málaga, aparte de mi blog “Las Notas del Quim” que pueden
encontrar en Internet, en Blogger concretamente.
En definitiva, que me despido de Vds. queridos e hipotéticos
lectores y no de la manera que me hubiera gustado
despedirme, aunque la verdad es que ni eso.
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