Hola Ceuta.
Por fin estoy aquí, he llegado justo a la hora en que los
pinches empiezan a fregar los platos.
Soy uno de los pocos que no se han sorprendido de la masiva
‘fuga’ de ceutíes a la península. Y eso que estamos en
crisis.
Creo que he venido en un momento algo raro. Encuentro la
ciudad mustia y casi desolada con poca gente ‘danzando’ por
la calle.
Me he tropezado con el viejo y eterno inquilino sin techo de
la Gran Vía, cada vez más viejo y más flaco. No le he dicho
nada.
El hotel sigue igual, al menos eso creo yo, y he tenido que
pedir ayuda al recepcionista para que me solventara el lío
que siempre me hago con los intentos de conexión wifi.
Ahora prefiero tomarme un descanso largo en el hotel. Ya
solventaré cuantas cuestiones tengo pendientes y me dedicaré
de lleno a escribir como siempre, de momento desconecto de
la realidad y me entrego en los brazos de Morfeo.
La gente está ausente, al menos quienes tenían que contactar
y el tiempo está jugando una mala pasada, tanto a las
procesiones como a mi hijo pequeño, que esperaba con ilusión
ver los pasos del afligido Cristo y su madre.
Hoy, por el jueves, ha amanecido lloviendo y con las calles
más vacías que nunca. Ceuta sigue siendo la ciudad donde la
gente, salvo los musulmanes, se aglomera en los bares,
tascas y demás, ante ingentes tapas.
Por eso, les cuesta ser madrugadores en los días de fiesta
¿si?
Al parecer aquí estoy como en mi casa de Mataró: sin salir.
Y lo malo es que he prometido no opinar sobre los
cambalaches políticos en toda la semana, porque es Santa
¿no?
No me ha sorprendido el robo que se ha cometido en el ‘Salón
de Juegos Nevada’ de Hadú.
Eso es pan de cada día en otras latitudes y, como bien dice
uno de los compañeros articulistas, la crisis abre la puerta
para que quienes la padecen entren en el mundo de la
delincuencia…, pero creo que ese atraco a mano armada no es
producto de la crisis, es oportunismo de unos delincuentes
profesionales. Si fueran aficionados ya habrían soltado
algún que otro tiro.
Hay otros delincuentes que se llevan más, mucho más, que
esos tres mil euros y…, bueno, he prometido no comentar ni
opinar sobre política. Me callo.
Como anécdota: cuando regresé al Tryp, después de comprar en
una de esas tiendas plagadas de dispares artículos, comencé
a vaciar las bolsas y de una de ellas, creo, salió un objeto
azul que me encontré en el suelo. Realmente no he visto que
saliera de la bolsa, simplemente estaba en el alfombrado
suelo de mi habitación.
Era un porta-gafas que olía a demonios, bueno a pescado cuya
frescura hacía tiempo que se perdió. Pregunte en recepción
si sería de algún cliente y al final lo dejé en el mostrador
del último comercio que visité.
Algún bromista lo había deslizado en la bolsa de compra.
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