Intentar cambiar los papeles de
los distintos actores sociales y políticos haciendo pasar
por verdugos a las víctimas y viceversa es una práctica muy
recurrente entre los círculos de derecha y los medios de
comunicación a su servicio. El último objetivo de la caverna
en su campaña de manipulación no es otro que la Plataforma
de Afectados por la Hipoteca (PAH). Les han calificado de
violentos. ¿El argumento? Haber practicado un “escrache” en
la vivienda particular de González Pons, esto es, haber
acudido a su domicilio con el objetivo de entregarle unas
cartas con información y haber pegado carteles y pegatinas
en los alrededores, como método de presión. Este acto le ha
valido a la derecha para desviar un debate político causado
por la ilegalidad de las ejecuciones hipotecarias y
centrarlo en los métodos adoptados por las organizaciones de
afectados para intentar hacerse oir de una vez por todas.
Porque el “escrache” no es más que la consecuencia de una
legislación criminal apoyada por el partido que
-injustamente- ostenta la mayoría absoluta en el Congreso y
la negativa de éste a dar viabilidad a una ley de mínimos
trasladada al Parlamento tras la superación de miles de
obstáculos y años de lucha.
La derecha ataca a la PAH, tildando el método del “escrache”
de acoso o incluso de fascismo, como en el caso del
periodista neocón Carlos Cuesta, quien también tuvo tiempo,
en un debate televisivo, de usar de forma despreciable su
comodín favorito: las víctimas del terrorismo. Y es que ETA
siempre le vale a los Cuesta, los Jiménez Losantos, los
Marhuenda y demás abyectos portavoces de las fábricas
conservadoras de opinión pública. Protestar es ETA,
reivindicar derechos es ETA. Pensar es ETA. “Del no a la
guerra al sí a ETA” rezaba un titular de “La Razón” bajo una
foto de Pilar Bardem hace unos meses. Ese es el nivel de
estos basureros de la desinformación.
El señor Cuesta, entre otros, decía que él no criticaba el
fondo sino los medios. Que nadie se engañe. La técnica del
“yo apoyo tus peticiones pero no tus formas” es la manera
más antigua de ataque hacia cualquier forma de protesta.
Todos estos embajadores de la democracia y los cauces
legales que tanto critican los métodos de la PAH son los
mismos que ayer no hablaron de la coyuntura social que, por
ejemplo, motivó la huelga general, prefiriendo hablar de
cuatro contenedores quemados; los mismos que antes de ayer
no hablaban sobre el hambre en España, mintiendo sobre
Sánchez Gordillo y convirtiendo el debate en un juicio de
valor sobre el acto de protesta que constituyó el tema de
los carritos; los mismos que jamás analizaron ninguna de las
propuestas del 15-M y se dedicaron a insultarles, a
llamarles “perroflautas” y a erigirise en defensores del
derecho de todo ciudadano de bien a caminar por la Puerta
del Sol sin tener que esquivar tiendas de campaña. Son esa
clase de personas que no hubieran apoyado la lucha por los
derechos civiles en Estados Unidos, justificando su rechazo
aludiendo a que Rosa Parks se “saltó la ley” cuando decidió
no moverse de su asiento en aquel autobús, y todo debe
hacerse siempre conforme a derecho. No es que estos
mercenarios ignoren que son innumerables los momentos
históricos en los que los avances democráticos han sido
producto de actos y movimientos sociales ejecutados en los
márgenes de la legalidad. Es, sencillamente, que cuando
hablan de apoyar el fondo pero no los medios mienten. No
apoyan ni lo uno ni lo otro. Igual que les da igual que la
población humilde de Andalucía pase hambre, les dan igual
las peticiones de la PAH, y para justificar su apoyo a la
actitud inmovilista del Gobierno se ven obligados a
refugiarse en los valores democráticos. Justifican la falta
de derechos democráticos amparándose en los mecanismos
democráticos. ¿Quién es el antidemocráta aquí?
Ganar unas elecciones no puede ser un cheque en blanco para
hacer y deshacer a tu antojo. La democracia debería ser
mucho más que elegir cada cuatro años a un dictador sobre el
que no se tiene ningún control y en un Estado de derecho
digno de este nombre la mentira sistemática debería ser
severamente castigada, cosa que en España no ocurre. El
Partido Popular no tiene legitimidad democrática, pues es un
partido estafador que desde el momento en el que ascendió al
poder comenzó a incumplir su programa electoral. Dicho esto,
es de traca que sean estos antidemócratas violadores de
derechos humanos y sus defensores los que se permitan el
lujo de exigir educación y modales a las afectados por sus
tropelías y sus antisociales políticas. Los que se ríen de
la democracia piden cauces democráticos. Los que no respetan
los derechos humanos apelan a los derechos humanos. Los que
aplican la violencia día a día les exigen paz a las víctimas
de sus agresiones. Un partido político que siempre ha
ignorado a su pueblo, como ya hiciera con la guerra de Iraq,
aún tiene la poca decencia de pedirle algo a ese pueblo
ignorado mientras se postra ante los intereses de un poder
económico que no para de crear miseria y violencia entre la
población.
El Gobierno manda a policías armados a echar a gente de sus
casas y cuando esa gente sin hogar va a la casa de un
político (cómplice de su desgracia) a pedirle que vote que
sí a una ley de mínimos, muchos idiotas se llevan las manos
a la cabeza. La dislexia moral de algunos es urgente que
comience a ser tratada por especialistas. LLamar violentos a
los activistas de la PAH, cuando es el Estado quien no deja
de hacer uso de una violencia estructural que condena
diariamente a la pobreza y la exclusión a los sectores más
desfavorecidos de la sociedad es de idiotas o de
interesados. A ver si dejamos de pedirle que baje la voz al
que grita cuando le pegan.
Ante situaciones excepcionales, medidas excepcionales. Es
absurdo pretender que no exista tensión y momentos violentos
en un contexto social tenso y violento. Absurdo e
interesado, como usar de argumento los derechos de los hijos
de González Pons para condenar a la PAH. Muchos de los
miembros de este colectivo son personas que lo han perdido
todo, desesperados con motivos de sobra para cometer
cualquier barbaridad. ¿Con qué legitimidad moral se les
puede pedir calma y modales a personas estafadas que no
dejan de ver como aquellos que deben defenderles gobiernan
en favor de sus estafadores? Mucho se ha hablado de la
presión que ejerce la PAH, ignorando (casualmente) la
presión que ejercen los poderosos, esas personas de dinero
que poseen toda facilidad para marcar un número de teléfono,
tomar un café con un diputado y hacerle ver aquello que debe
o no debe votar. Si se ha llegado al punto de efectuar un
“escrache” ha sido precisamente por la negativa continua de
los diputados del Partido Popular a acudir a las asambleas
de la Plataforma a escuchar sus propuestas. La derecha sabe
que la PAH ha agotado todas las vías, que lleva más de
cuatro años luchando mediante mecanismos legales y
propuestas legislativas y que todas estas propuesta han sido
siempre bloqueadas tanto por PP como por PSOE . Saben que
han sido más que pacientes y que esta paciencia está
costando miles de vidas arruinadas. Si la paz social está
rota y nos encaminamos hacia medidas de protesta más
radicales no es por culpa de ninguna plataforma de
afectados, sino por culpa de una forma de hacer política que
ejerce la violencia día a día y nos obliga a los ciudadanos
a defendernos.
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