Los fieles ceutíes no faltaron a la bendición de palmas y
ramas de olivo que realizó el obispo, monseñor Rafael
Zornoza Boy, en el santuario de Nuestra Señora de África a
pesar del mal tiempo que dominó la primera parte de la
jornada. El obispo conmemoró la entrada de Jesús en
Jerusalén e instó a los feligreses a acercarse al Misterio
Pascual.
El mal tiempo no impidió que cientos de ceutíes abarrotaran
ayer por la mañana el Santuario de Nuestra Señora de África
para asistir a la bendición de palmas blancas y olivos con
la que oficialmente arranca la Semana Santa. A las 12.00
horas el templo de la patrona de Ceuta ya se encontraba a
rebosar de personas que esperaban que monseñor Rafael
Zornoza Boy bendijera las palmas. A las puertas de la
Iglesia, los más rezagados adquirían sus ramas de olivo o,
incluso, un pequeño lazo de palma, que los hermanos de la
Venerable Hermandad ofrecían a todos los asistentes para
colocarlos después en sus solapas.
Tras la bendición de las palmas, el obispo de Cádiz y Ceuta
recordó con sus palabras el entusiasmo con el que la
multitud agitando ramos de olivo recibió a Jesús a lomos de
un pollino en su entrada a Jerusalén y animó a los fieles a
emular a aquellos que recibieron al hijo de Dios tendiendo
sus mantos por el camino o cortando ramas de árboles para
alfombrar su paso. Zornoza Boy también instó a los ceutíes a
“entregar su vida al Señor” de la misma manera. El obispo
señaló que la entrada de Jesús en Jerusalén anticipa el
triunfo de la resurrección.
A continuación, los acólitos, diáconos y sacerdotes,
seguidos del obispo, iniciaron la marcha hacia la Catedral
desde Nuestra Señora de África junto a los feligreses. El
mal tiempo dio una tregua que permitió a los fieles llegar a
la Catedral sin tener que abrir el paraguas y con sus palmas
en alto.
Ya en el interior, en la celebración eucarística se rememoró
el Misterio Pascual con la lectura de la Pasión según San
Mateo. En él se evocaba desde la última cena de Jesús con
sus discípulos hasta su resurrección, pasando por su muerte
en la cruz después de que el pueblo lo pidiera a Poncio
Pilatos. Un pasaje que, como cada año, sirvió para dar
comienzo a la Semana Santa.
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