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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE MARZO DE 2013

 

OPINIÓN / DESDE LA OTRA ORILLA

A la memoria del poeta Miguel Hernández
 


José Salguero Duarte
opinion@elpueblodeceuta.com

 

El 21 de marzo se conmemoró el Día Mundial de la Poesía, al haberlo acordarlo la 30ª asamblea de la UNESCO celebrada en París en 1999, para “sostener la diversidad de los idiomas a través de la expresión poética y, para dar a los que están amenazados la posibilidad de expresarse en sus comunidades respectivas”.

El objetivo es también “apoyar la vuelta a la tradición oral de los recitales poéticos, promover la enseñanza de la poesía, el restablecimiento del diálogo entre la poesía con las demás manifestaciones artísticas como el teatro, la danza, la música y la pintura. Apoyar a los pequeños editores y crear una imagen de la poesía en los medios de comunicación, para que el arte de la poesía no sea considerado una forma anticuada de arte, sino uno”.

Lo anterior está muy bien planteado, pero el que se lleve a la práctica de forma rigurosa por los estados, es otro cantar. Porque “cuando el sol aprieta el burro a la sombra queda”, y por vulnerar vulneran los más esenciales derechos y principios de la dignidad humana. Importándoles el pito en celo de un elefante, las leyes y normativas que puedan existir en los diferentes países, así como, la mismísima declaración Universal de los Derechos Humanos.

En España, se celebraron en diferentes localidades recitales poéticos, muchos de ellos dedicados a la memoria de cualquier poeta mujer u hombre distinguido. Pero no es oro todo lo que relució un año más, porque poetas los hubo y los hay a manadas esparcidos por la Tierra, aunque como los maestros Miguel Hernández, Federico García Lorca y Antonio Machado pocos. Porque hay que escribir desde los sentimientos más profundos de los pilares de la dignidad humana, y no desde estómagos borreguiles agradecidos. Y tanto a ellos como a un ramillete más los tengo como ejemplos a seguir.

Por lo tanto, el primer párrafo que hace referencia la UNESCO sobre “dar a los que están amenazados la posibilidad de expresarse en sus comunidades respectivas”. Eso no se lo creen ni los más crédulos, bobalicones e ingenuos. Porque el que no baila al son que marca la política imperante, no sale en la foto y no le dan la más mínima oportunidad para que se pueda expresar de acuerdo a sus ideales. Pero no sólo eso sino que lo marginan, acorralan, censuran, menosprecian y proscriben al más ruin de los silencios. Y, al menor descuido, llegado el caso, hasta lo fulminan.

Consecuentemente, todo escribano o artista de cualquier ideología afín a una determinada sigla política, que quiera publicar sus creaciones literarias a través de libros, revistas o pasquines de organismos oficiales, debe hacer danzar sus obras al ritmo que le marquen sus favorecedores imperantes, y así, podrá ser subvencionados económicamente y condecorados con determinadas distinciones del régimen político al que pertenezcan.

Pero los hay pocos poetas, entre los que me encuentro, los que siempre hemos preferido situarnos a la otra orilla de los poderes establecidos. No siendo extraño, por tanto, por mi libre forma de expresarme, que me encuentre desde hace años en el punto de mira de ciertos aparatos represores.

Por ello, en determinados poemas de mis libros y en tribunas periodísticas que publico en determinados medios de comunicación independientes, que me permiten expresarme con absoluta libertad; hago saber mis circunstancias por lo que me pueda ocurrir, ya que circundan mis pasos. Debiendo recordar, por ejemplo, que mi poemario titulado: Flores y Guerras, comienza en la página decimotercera con el siguiente poema: La luna llena me deslumbra,/ la media luna me ciega./ El corazón espaciosamente late,/ y seca carraspea la garganta,/ al ser, yo, carne de cuneta/.

Y carne de cuneta fueron los tres insignes poetas que mencioné anteriormente, al revelarse a través de la escritura constantemente contra el sistema imperante en sus días. Pagando un alto precio por defender la democracia, la justicia y las libertades. Costándoles la cárcel, el exilio y el tiro en la nuca a Federico.

Y a Lorca y a Machado, les rendí el homenaje más respetuoso que le puede ofrecer un poeta a otro poeta. Haciéndolo también con otros de la misma catadura moral y dignidad que ellos, como fue el caso de Miguel Hernández, al que visité días pasados en el cementerio de Alicante. Y en su tumba tras descubrirme respetuosamente ante él, sentir las vibraciones humanas y cívicas que transmitían los restos mortales de su alma.

Por lo que, si me preguntan, ¿qué es poesía? Respondo que es la de Hernández, Lorca y Machado, y no la edulcorada de los poetas de mil camisas políticas almidonadas. Aunque también desde mi romanticismo, a mi dama le respondo “poesía eres tú”.
 

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