El 21 de marzo se conmemoró el Día
Mundial de la Poesía, al haberlo acordarlo la 30ª asamblea
de la UNESCO celebrada en París en 1999, para “sostener la
diversidad de los idiomas a través de la expresión poética
y, para dar a los que están amenazados la posibilidad de
expresarse en sus comunidades respectivas”.
El objetivo es también “apoyar la vuelta a la tradición oral
de los recitales poéticos, promover la enseñanza de la
poesía, el restablecimiento del diálogo entre la poesía con
las demás manifestaciones artísticas como el teatro, la
danza, la música y la pintura. Apoyar a los pequeños
editores y crear una imagen de la poesía en los medios de
comunicación, para que el arte de la poesía no sea
considerado una forma anticuada de arte, sino uno”.
Lo anterior está muy bien planteado, pero el que se lleve a
la práctica de forma rigurosa por los estados, es otro
cantar. Porque “cuando el sol aprieta el burro a la sombra
queda”, y por vulnerar vulneran los más esenciales derechos
y principios de la dignidad humana. Importándoles el pito en
celo de un elefante, las leyes y normativas que puedan
existir en los diferentes países, así como, la mismísima
declaración Universal de los Derechos Humanos.
En España, se celebraron en diferentes localidades recitales
poéticos, muchos de ellos dedicados a la memoria de
cualquier poeta mujer u hombre distinguido. Pero no es oro
todo lo que relució un año más, porque poetas los hubo y los
hay a manadas esparcidos por la Tierra, aunque como los
maestros Miguel Hernández, Federico García Lorca y Antonio
Machado pocos. Porque hay que escribir desde los
sentimientos más profundos de los pilares de la dignidad
humana, y no desde estómagos borreguiles agradecidos. Y
tanto a ellos como a un ramillete más los tengo como
ejemplos a seguir.
Por lo tanto, el primer párrafo que hace referencia la
UNESCO sobre “dar a los que están amenazados la posibilidad
de expresarse en sus comunidades respectivas”. Eso no se lo
creen ni los más crédulos, bobalicones e ingenuos. Porque el
que no baila al son que marca la política imperante, no sale
en la foto y no le dan la más mínima oportunidad para que se
pueda expresar de acuerdo a sus ideales. Pero no sólo eso
sino que lo marginan, acorralan, censuran, menosprecian y
proscriben al más ruin de los silencios. Y, al menor
descuido, llegado el caso, hasta lo fulminan.
Consecuentemente, todo escribano o artista de cualquier
ideología afín a una determinada sigla política, que quiera
publicar sus creaciones literarias a través de libros,
revistas o pasquines de organismos oficiales, debe hacer
danzar sus obras al ritmo que le marquen sus favorecedores
imperantes, y así, podrá ser subvencionados económicamente y
condecorados con determinadas distinciones del régimen
político al que pertenezcan.
Pero los hay pocos poetas, entre los que me encuentro, los
que siempre hemos preferido situarnos a la otra orilla de
los poderes establecidos. No siendo extraño, por tanto, por
mi libre forma de expresarme, que me encuentre desde hace
años en el punto de mira de ciertos aparatos represores.
Por ello, en determinados poemas de mis libros y en tribunas
periodísticas que publico en determinados medios de
comunicación independientes, que me permiten expresarme con
absoluta libertad; hago saber mis circunstancias por lo que
me pueda ocurrir, ya que circundan mis pasos. Debiendo
recordar, por ejemplo, que mi poemario titulado: Flores y
Guerras, comienza en la página decimotercera con el
siguiente poema: La luna llena me deslumbra,/ la media luna
me ciega./ El corazón espaciosamente late,/ y seca carraspea
la garganta,/ al ser, yo, carne de cuneta/.
Y carne de cuneta fueron los tres insignes poetas que
mencioné anteriormente, al revelarse a través de la
escritura constantemente contra el sistema imperante en sus
días. Pagando un alto precio por defender la democracia, la
justicia y las libertades. Costándoles la cárcel, el exilio
y el tiro en la nuca a Federico.
Y a Lorca y a Machado, les rendí el homenaje más respetuoso
que le puede ofrecer un poeta a otro poeta. Haciéndolo
también con otros de la misma catadura moral y dignidad que
ellos, como fue el caso de Miguel Hernández, al que visité
días pasados en el cementerio de Alicante. Y en su tumba
tras descubrirme respetuosamente ante él, sentir las
vibraciones humanas y cívicas que transmitían los restos
mortales de su alma.
Por lo que, si me preguntan, ¿qué es poesía? Respondo que es
la de Hernández, Lorca y Machado, y no la edulcorada de los
poetas de mil camisas políticas almidonadas. Aunque también
desde mi romanticismo, a mi dama le respondo “poesía eres
tú”.
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