El paso fronterizo del Tarajal
pronto cambiará de fisonomía. A las mejoras que introduce
Marruecos desde hace una semana, se unirán las que también
acometerá Delegación del Gobierno, tras la reciente visita
de la ministra de Fomento, Ana Pastor. Las actuaciones a uno
y otro lado son positivas, como bien reconoce la Agencia
para el Desarrollo Económico y Social de Ceuta, que
cuantifica en 15 millones de euros el gasto anual de ceutíes
en Marruecos, que podría verse incrementado hasta en un 30%
con la mayor fluidez de carriles de circulación tras las
actuales obras, lo que requiere por nuestra parte
iniciativas de captación turística.
El impulso inversor marroqui viene determinado, al parecer,
por el intento de convertirlo en uno de los veinte destinos
turísticos mejores del mundo. Quiere decirse que Ceuta ha de
espabilarse y mover ficha, para que esa pretensión turística
de la que tanto hablamos, no quede en agua de borrajas o en
el sueño de una noche de verano. No basta con el propósito
sino que hay que apostar por realidades y medidas adecuadas
para atraer turistas del vecino país, que siempre se ha
dicho en las múltiples Mesas (de la Economía, de los agentes
sociales, de tantísimas entidades), que son nuestro mercado
natural. Y para ello, aparte de la implantación de marcas
internacionales de prestigio, hay que adecuar nuestro sector
servicios a un mercado emergente y esta ciudad no puede
echar el cerrojazo al comercio los sábados a mediodía y
permanecer cerrados hasta el lunes. Dice el conocido refrán
que “quien algo quiere, algo le cuesta” y no podemos
quejarnos de la crisis económica y, simultáneamente,
aplicarnos la dinámica de trabajo que más nos convenga sin
mirar al interés del público o sin responder a la fórmula de
que, cuanto más horas se esté abierto, mayores posibilidades
de ventas. Hay que cambiar de mentalidad y, como se dice
popularmente, ponernos las pilas.
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