Pocas veces, pero pocas, he
escrito yo de Guillermo Martínez Arcas. Tal vez
porque, debido a que éste era un niño cuando yo arribé a
Ceuta, nunca supe de él hasta que un buen día apareció su
nombre como militante destacado en el partido que presidía
el exuberante Jesús Gil.
Fue entonces, cuando el GIL llegó a esta tierra, por obra y
gracia de Dios, que a mí me dio por querer saber quién era
aquel joven que irrumpía en la política con tanta fuerza
-militando en una formación que había ganado fama de
honradez a carta cabal (!)- y me dijeron que era una
lumbrera. Un muchacho notable. Repleto de títulos y de
saberes varios. Incluso me hablaron de su paso por Bruselas.
Y, claro, me dije para mí: he aquí un ejemplar de español
moderno. Capaz de chamullar idiomas; abogado brillante, de
casta le viene al galgo; especialista en Derecho
Comunitario; ha currelado en el extranjero, y además ha
completado su gran formación en esa escuela de conocimientos
que es –y sigue siendo- la Sociedad de Fomento Procesa. En
la cual, sin duda alguna, sobrevuelan aún los aires de
sapiencia de quien ocupó el primer sillón de mando.
Rendido ante el historial de Martínez Arcas, y a pesar de
que el GIL me hacía sobrecogerme por un espasmo de alipori,
anduve preguntando si era posible que alguien pudiera
presentarme a quien parecía destinado a convertirse en un
político de fuste. Por formación y porque había oído decir
que el muchacho apuntaba maneras extraordinarias. Incluso
para convertirse en primera autoridad.
Pero mi gozo en un pozo. Pues a cuantos acudí, con el fin de
que me pusieran en contacto con persona tan destinada a ser
importante en la política local, me contaron que don
Guillermo era de natural esquivo y sobre todo que huía de la
gente como alma que lleva el diablo. Y mi desilusión fue de
las que dejan huella.
Por consiguiente, y salvo una vez que tuvo a bien concederme
una entrevista, y fue amable pero sonsera, sólo sé del
actual consejero de Hacienda, Economía y Recursos Humanos,
además de portavoz del Gobierno, que tiene predilección por
algún medio -herencia genética- y sobre todo que se bebe los
vientos por el presidente de la Federación de Fútbol de
Ceuta.
Está tan ligado a Antonio García Gaona, le tiene
tanta ley, que ha conseguido que el Gobierno local, del cual
es miembro tan principal, haya decidido aumentarle la
subvención al organismo federativo, en cincuenta mil euros.
Ahora, García Gaona recibirá 430.000 euros. Cantidad nada
desdeñable en los tiempos que corren. Donde los parados son
ya muchedumbre y la pobreza está extendida por la ciudad. Y
los sin techo son cada vez más. Con lo fácil que sería
protegerlos con esa cantidad.
-¿Me puede usted decir, De la Torre, qué ha alegado
el consejero -sí, el que se permite también el lujo de
anunciar “saldos positivos” en el gobierno, sin pagar a los
proveedores- para justificar el aumento de la subvención a
García Gaona?
Claro que sí, amigo; faltaría más. El gobierno local aduce
que la FFC, al venirse encargando del mantenimiento del
Murube, es merecedora de que se le reconozca tanto empeño y
sacrificio con una subida de los donativos que venía
recibiendo. Así que tentado estoy de escribir acerca de algo
que conozco en relación con los dineros que lleva recibiendo
la FFC desde hace años y el empleo que se hace de ellos.
Pero todavía no es el momento de airearlo. No vaya ser que a
Martínez le dé un patatús. Por saber que yo sé lo que sé…
|