Los conceptos “superávit” y “saldo
positivo” para este Gobierno de Juan Vivas son una constante
obsesiva que de tanto repetirlo se lo creen. De superávit ya
habló Francisco Márquez cuando era consejero de Hacienda y
hubo de acogerse la Ciudad al préstamo ICO para pagar las
facturas que había en los cajones por importe de 82 millones
de euros y de superávit vuelve a hablar en el Consejo de
Política Fiscal y Financiera, Guillermo Martínez cuando el
propio presidente Juan Vivas ha reconocido, en un ejercicio
de autocrítica que su Gobierno es incapaz de pagar a
proveedores en 30 días como manda la directiva europea que,
según él mismo, es ley.
Con estas premisas y con tan poco pudor, Guillermo Martínez
aún se atreve a hablar de “saldo positivo” en las cuentas de
la Ciudad, cuando son incapaces de cumplir, incluso, las
mismas normas que vía Boletin Oficial del Estado, había
dictado Cristóbal Monto, el mismo que presidía esta reunión
del Consejo de Política Fiscal y Financiera, a la sazón,
ministro de Hacienda y Administraciones Públicas. De manera
que un Gobierno que incumple los pronunciamientos,
recomendaciones y dictámenes en materia económica, viene a
presumir con muchísima más desfachatez que credibilidad, que
ha cumplido con el objetivo de déficit con un “saldo
positivo”, jugando con los números para querernos hacer ver
que lo negro es blanco. Todo ello con la estimada
colaboración, cada vez más patente, de Juan Luis Aróstegui,
un aliado más del Gobierno Vivas.
Este Gobierno de Juan Vivas hace tiempo que perdió la
credibilidad y empeñarse de hablar de superávit o “saldo
positivo” en las actuales circunstancias económicas de la
Ciudad, con una carga financiera insoportable, con deudas en
entidades bancarias, con débitos por doquier, es hacer un
ejercicio de cinismo hasta límites insospechados. En
definitiva, es tomar al ciudadano por tonto.
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