Las adopciones están en
decadencia. A la mayor exgencia de requisitos a nivel
internacional se une, como no podía ser menos, la crisis
económica, ya que representa un importante desembolso
económico por los viajes que hay que hacer al país de orígen
y los emolumentos de la agencia de mediación para agilizar
los trámites. A nivel nacional, el apartado económico no se
venía dando pero los trámites se eternizan y las parejas con
voluntad de adoptar o se aburren o se les pasa el plazo
previsto y han de reiniciar los trámites, lo que supone más
burocracia con su tortuosa desencadenante.
El declive en el que han entrado las adopciones no es
cuestión de que no haya sensibilidad social, sino que se dan
varias circunstancias: la situación económica de las
familias no es la misma de hace cinco años y la conciencia
en cuestión de protección infantil, parece que ha aumentado.
Además, en los países de orígen de los niños, cada vez son
más estrictos y menos proclives a tramitar las adopciones.
No es nada extraño que la incidencia a la baja se haya
acusado en los tres últimos años, no ya por las estrictas
medidas a cumplimentar, que han variado poco en los últimos
años, sino por las circunstancias personales de las familias
y en sus recursos económicos. En el caso de una adopción
internacional había que gastar entre 12.000 y 18.000 euros,
lo que no está al alcance de todos los bolsillos y menos en
tiempos de crisis..
Los procesos de formación previos y los formalismos son una
cosa, pero otra bien distinta es la realidad de afrontar una
situación para la que no sólo hay que demostrar estar
preparados por los trámites de idoneidad que hay que
superar, sino también por otros requisitos personales que no
escapan a la actual situación económica. En este ámbito los
hay que tramitan el proceso en alguna otra Comunidad
distinta a la que pertenecen, como ceutíes que lo han hecho
por Andalucía.
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