Al menos eso es lo que parece, en
los primeros días del Pontificado del Papa Francisco, que
salvo en alguna de esas corrientes de la progresía barata,
en todos los demás círculos, ha caído muy bien el Papa
argentino, el primero de los papas de Hispanoamérica y el,
también, primero de la orden de los jesuitas.
Aquí, de momento, estamos en la “luna de miel”, lo malo
puede ser cuando haya que mojarse, cuando tenga que “meter
mano” a los múltiples problemas del Vaticano. Entonces ya
veremos si sigue cayendo tan bien o si tiene que verse como
se vio Juan Pablo I, los pocos días que fue Papa, o si tiene
que hacer lo mismo que ha hecho Benedicto XVI.
Las pocas críticas que, desde el primer instante, ha
recibido el Papa Francisco, vienen de aquellos que
consideran que en los años de la dictadura de Videla y demás
no se dejó ver mucho, frente a los dictadores.
Esto ya queda demasiado lejos, entonces él no era más que un
simple jesuita, sin peso específico de ningún tipo como para
oponerse al sistema imperante. Esas críticas de más de 30
años atrás no nos deben valer mucho hoy, porque lo que nadie
puede dudar es que cuando ha tenido que salir al paso del
sistema argentino de hoy, una “democracia” especial de una
familia que parece irse heredando el cargo, desde Buenos
Aires, donde ya tenía peso, ha sido capaz de reprochar y
salir al paso con asuntos complicados como el matrimonio
homosexual.
Hoy por hoy y conociendo la formación que ha tenido, nadie
podrá poner en tela de juicio las perspectivas que se dejan
ver, desde los primeros instantes: oración, humildad,
servicio ..., pero que nadie vaya a confundir esto con una
labor que apunta, muy claramente, a lavar no sólo la cara,
sino todos los rincones oscuros del propio Vaticano.
¿Podrá llegar a donde se propone?¿Le dejarán dar tres pasos
seguidos en busca de una limpieza total de la “Casa de
Dios”?. Ahí está el dilema y más teniendo en cuenta que en
cuanto pretenda dar ese paso hacia la iglesia de los pobres,
no serán los pobres, será la propia Iglesia la que va a
tener algo que decir, y si no, tiempo al tiempo.
Con todo el trasfondo de intereses, especialmente económicos
y de otro tipo de poder, un intelectual como Benedicto XVI
no podía o no podía como va a tener que poder el actual Papa
Francisco.
Benedicto XVI, por mucho que hayan querido emparentarle con
ciertas corrientes políticas de la posguerra, no estuvo en
ese tipo de rollos, él pasó, prácticamente, toda su vida
metido en las profundidades de la Teología. Eran mundos
diferentes el que él había vivido y el que tenía que vivir
en el Solio Pontificio, y por eso no ha podido con una carga
que, al final, no pudo soportar.
El Papa Francisco empieza una nueva ruta, su ruta en plan
pastor será distinta a la de los eruditos de la Teología.
Sus primeros pasos parecen seguros, yo diría que muy
seguros, y el eco de las primeras palabras ha resonado sin
estridencias en la mayor parte de los círculos de
influencia.
Todo eso ha quedado muy bien, con lo que ahora, lo difícil,
los pasos más seguros, lo que espera la mayor parte del
mundo, falta por llegar y lo que estamos deseando los
creyentes y muchos “simples espectadores” es que desde ahora
mismo, desde ya, no nos defraude a nadie, porque así no
habrá defraudado, tampoco, a la propia Iglesia.
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