Las faltas de respeto de las que
estoy siendo testigo, la ligereza a la hora de tratar temas
serios y la facilidad con la que la gente se permite el lujo
de faltar a la verdad y de despreciar todo aquello que
desconoce me ha hecho volver a escribir sobre la muerte de
Hugo Chávez y el doble rasero que se emplea a la hora de
hablar de él y de Venezuela. Es realmente triste y
desolador.
Creo que para poder evaluar si un país es o no una
democracia, la comparación con otros países debe ser
imprescindible, ya que todos los países del mundo, sin
excepción, tienen déficits democráticos. Si esos déficits
son abundantes o no sólo puede saberse mediante la
comparación. Cada vez que nos encontramos con que una voz es
silenciada por opinar distinto, con que un niño no puede
acceder a educación de calidad, o con que una persona se
encuentra en la cárcel de manera injusta, estamos asistiendo
a distintas violaciones de derechos democráticos, pero sería
una locura catalogar de dictatorial a un país de millones de
personas por el simple hecho de que uno de entre miles de
escritores haya sido censurado en un periódico, por ejemplo.
Si esto fuese así, todos los países del mundo serían
dictaduras, pues en todos los países ocurren injusticias
llevadas a cabo por los poderes públicos y privados. En
todos hay corrupción, en todos existen voces que son
silenciadas injustamente, en todos hay medidas que a algunos
les parecen antidemocráticas y en todos los países se violan
derechos humanos. La cuestión está en saber quienes lo hacen
de forma sistémica, de manera más descarada, más autoritaria
y en mayor número de ocasiones. Y si esas violaciones están
perseguidas por la ley. La cuestión está en que no exista el
doble rasero a la hora de hablar de unos y otros.
A Venezuela jamás se la compara con nadie, ni de su entorno,
ni de Europa. Dicen que allí existe la injusticia y no dudo
de que así sea. Dicen que hay derechos fundamentales que no
se cumplen y seguramente tengan razón. La cuestión es, ¿por
qué dicen que Venezuela es una dictadura y no lo dicen de
otros países donde los casos de injusticia, de violación de
derechos, de falta de libertades o de pobreza son mayores
que en Venezuela? Ahí está el tema. En una discusión, un
antichavista me dijo que Chávez era un dictador por querer
presentarse tantas veces a las elecciones. Yo le dije que
entonces lo justo sería llamar dictadores a la gran mayoría
de presidentes de democracias occidentales sin límites de
reelección y me dijo que sí, que también lo pensaba de
ellos. Claro, él lo pensaba, pero no lo decía. Él decía que
Chávez era un dictador por presentarse más de dos veces a
las elecciones, lo que es lo mismo que decir que Chávez era
un dictador por querer ser como el resto. Pero él no decía
que todos eran dictadores; él decía que Chávez era un
dictador. Podría haber dicho “Chávez es un dictador por
querer ser como el resto”, pero no lo hizo, personalizando
en uno lo que él consideraba un fallo de todos, demonizando
así a ese uno y haciendo pasar por individual lo que era una
característica colectiva. Ahí está la trampa. A Venezuela se
la acusa de dictadura por tener déficits democráticos, pero
jamás se comparan sus déficits con los déficits de las demás
democracias, ni se llama dictaduras a las demás democracias
por tener esos mismos déficits o más. Basta que se diga que
en Venezuela se ha cerrado una televisión para decir que
allí no hay libertades, sin pararse a pensar en si ese
cierre es real, en cuáles han sido las circunstancias
legales que han rodeado el asunto o en cuantas otras
televisiones no afines al Gobierno continúan emitiendo con
total normalidad (allí, la gran mayoría de medios están
controlados por la oposición). En muchos países democráticos
se han cerrado televisiones y jamás han sido noticia. Si
ocurre en Venezuela (que no ocurrió), el asunto se trata
como si de una excepción mundial se tratara y como si allí
las personas vivieran en el nazismo. ¿Se imaginan ustedes
las portadas de los periódicos mundiales si en Venezuela los
periodistas no tuviesen derecho a pregunta en las ruedas de
prensa de un Presidente y unos Ministros implicados en
tramas de corrupción? En España está ocurriendo, se está
censurando continuamente, pero nadie habla de dictadura.
En España se violan más derechos humanos que allí. Mientras
que Venezuela se encuentra a la cabeza de Latinomérica en
desarrollo social y en el crédito que su gente le otorga a
la democracia, España está siempre a la cola de la UE. Aquí
existen numerosas denuncias por maltrato en las comisarías,
los antidisturbios cargan sin mostrar su número de
identificación, la pobreza infantil ha llegado a un 45%, hay
cientos de desahucios al día por culpa de una ley
hipotecaria que acaba de ser calificada de abusiva e ilegal
por los tribunales europeos, ha habido medios de
comunicación perseguidos y cerrados (estos no ocupan
portadas), tenemos 6 millones de parados, “Alfon” estuvo dos
meses en la cárcel sin haber hecho absolutamente nada,
tenemos un Jefe del Estado al que no se vota, nos gobiernan
desde la Troika, la corrupción es brutal, nadie cree en la
independencia judicial y nuestros derechos son recortados
cada día. Si mañana muriese Rajoy ningún medio ni ningún
contertulio le llamaría caudillo, ni dictador ni similares.
Chávez murió hace días y a él sí se lo llaman. En mi caso,
hasta tuve que leer en una red social que alguien lo acusaba
de haber ordenado 100.000 asesinatos, algo que ni en
televisiones ultras como Intereconomía se ha dicho jamás y
que no he sido capaz de encontrar por ninguna parte. Daba
igual, los aplausos entre la gente que se siente bien
acusando de dictador a un líder de izquierdas no se hicieron
esperar y muchos felicitaron al acusador por soltar basura
sobre la memoria de Chávez. Porque contra Venezuela y Chávez
siempre ha valido y vale todo. Y porque los medios han
conseguido que la gente se sienta bien odiando sin motivo.
Eso sí, siempre a la gente de izquierdas. Cuando Fraga, que
sí que participó en un gobierno dictatorial y siempre se
sintió orgulloso de su pasado fascista murió, ninguno de los
que han disfrutado con la muerte de Chávez llamándole
alegremente “asesino” o “hijo de puta” mostró ningún gesto
de alegría. Porque no se alegran de la muerte de los
dictadores; se alegran de la muerte de los líderes de
izquierdas.
Yo soy de izquierdas y lo que me valen son los datos
objetivos. Los hechos utilizados para atacar a Chávez,
aparte de profundamente falseados y en ocasiones hasta
absurdos, son siempre los mismos y no deben servir para
tapar lo realmente probado e importante que este hombre
logró: un desarrollo social sin precedentes en la historia
de Venezuela y el impulso de una nueva era en las relaciones
entre los países de América Latina, firmemente encaminados
hacia su emancipación. Y que lo consiguió mediante
elecciones limpias y transparentes. Mencionar cuatro, cinco
o diez hechos para desacreditarle e intentar tirar por
tierra toda su labor y acusarlo de dictador es muy fácil. Yo
puedo hacer lo mismo con Rajoy, Obama, Berlusconi, Uribe,
Zapatero, Merkel y cualquier Presidente o ex Presidente. Y
sin ayuda de los medios de desinformación.
Lo que quiero proponer con este escrito es que antes de
acusar a los demás nos miremos a nosotros mismos, comparemos
casos, analicemos, nos informemos y decidamos entonces si
estamos en condiciones de dar lecciones de democracia a los
demás países.
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