El crematorio hindú, construido por la Ciudad en 2006 con
una inversión de 332.000 euros, presenta seis años después
un estado de total abandono. Las instalaciones, protegidas
por un muro, son utilizadas como refugio por inmigrantes que
comen y duermen en el templo y que acceden a ellas por un
terraplén de tierra pegado a la pared.
El crematorio hindú de Santa Catalina, en el que la
administración local invirtió más de 300.000 euros, se ha
convertido en escenario marginal, sin nadie que cuide de él
y ocupado por inmigrantes sin techo. La basura, sobre todo,
restos de comida y viejos colchones de espuma, junto a las
pintadas son la nueva decoración de estas instalaciones, que
en su momento se presentaron como muy singulares en el país.
Al parecer, algunos inmigrantes, argelinos o marroquíes,
según algunos trabajadores del Plan de Empleo que trabajan
en el cercano pudridero de animales, acceden al recinto por
un punto en el que hay acumulada tierra junto al muro. En
una gran pintada en árabe se hace alusión al deseo de cruzar
el Estrecho.
La cercana Planta de Transferencia de Residuos sigue
atrayendo a inmigrantes que merodean en busca de una
oportunidad de colarse en algún camión.
El 25 de septiembre de 2006 tenía lugar en Santa Catalina
una ceremonia muy especial: la inauguración de este nuevo
crematorio. El equipamiento sustituyó a uno anterior,
situado donde habría de construirse la EDAR. A la ceremonia,
oficiada por Juan Carlos Ramchandani, acudieron el
presidente de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas, junto a la
entonces consejera de Asuntos Sociales, Yolanda Bel y al
responsable de Fomento, José Antonio Rodríguez Ferrón. Como
representante de la Comunidad Hindú acudió su presidente,
Ramesh Chandiramani. Como destacaba Ramchamdani en una nota
sobre la inauguración del crematorio, este sería “uno de los
pocos de España donde se incinere utilizando el método
tradicional de la India, es decir con madera y al aire
libre”.
Durante la ceremonia Vivas anunció otra inversión destinada
a la misma comunidad, esta vez, la construcción de un nuevo
templo, el de la calle Echegaray, así como la próxima
adquisición de un segundo horno crematorio moderno para
garantizar el servicio en caso de avería, como ocurrió, del
único que había entonces.
Poco más de seis años separan aquel día, en el que el templo
fue escenario de dos ceremonias Vaastu Puja y Griha Pravesh,
para la “purificación y consagración” del lugar, de la
penosa imagen que presentan hoy las instalaciones.
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