Imbroda y Vivas, tras
escudriñarse atentamente durante años, no ha mucho lograron
convertir la antipatía inicial que se profesaban en una
relación cordial. Tan cordial que aprovechan cualquier
motivo para verse en Madrid, Málaga o Barcelona. Zonas
equidistantes de sus respectivas ciudades.
Tengo entendido que nuestro alcalde estuvo el miércoles
pasado en la capital de la Costa del Sol. Donde se había
citado con el alcalde de Melilla para intercambiar
impresiones acerca de no sé qué… Cuando hace nada y menos
que habían estado en Madrid disfrutando de todo el tiempo
del mundo hasta para contarse los chistes de rigor.
Sí, chistes: ya que se me ha dicho que el señor Imbroda, a
pesar de que aparece siempre con el ceño fruncido, los
cuenta con un arte sin par. Quién lo diría. Pero he aquí un
caso más que avala lo de que las apariencias engañan. Y a
nuestro alcalde, que le gusta un chascarrillo más que le
gustaba al célebre Garbancito de Triana un micrófono
para distraer con sus ocurrencias a la clientela selecta de
aquel inolvidable “Polinesio Bai Bai” en la avenida de Blas
Infante, número 6, en la Sevilla de los ochenta, me lo
imagino partido de la risa.
Se me ha dicho que un chiste contado por el alcalde de
Melilla tiene aportes benéficos en cantidad para el body. De
ahí que el alcalde de Ceuta esté cada vez más recuperado en
todos los sentidos. Vamos, que se ha venido arriba en lo
físico y hasta me cuentan que está dispuesto a transitar esa
calle que había abandonado de la noche a la mañana. Sin
saberse los motivos.
A nuestro alcalde le encanta el fútbol. Desde que vestía
pantalones cortos. Incluso se habla de que era un fenómeno
jugando como extremo. Eso sí, en el lado izquierdo. Y es que
Vivas siempre fue zocato. Lo cual justifica su habilidad en
todos los sentidos. Donde se pone un tío que maneje la
siniestra con astucia y sea capaz de pegarle un regate a su
propia sombra, no se pone ningún otro. Eso sí, Vivas nunca
jugó en el primer equipo de la ciudad. Aunque sí influyó
mucho en el futuro de los primeros conjuntos.
Al alcalde de Melilla, además de chistoso, por mucha
seriedad que aparente, le ha gustado siempre el baloncesto.
Pero ello no ha sido obstáculo para que se desviva por el
fútbol de su tierra. Y a las pruebas me remito: en tiempos
de crisis ha sido capaz de entregarse de lleno a la tarea
que ha hecho posible que la Unión Deportiva Melilla siga
jugando en Segunda División B. Un logro que le están
agradeciendo todos los melillenses. Sean o no aficionados al
deporte rey. En general, todo el deporte melillense continúa
mimado por Juan José Imbroda. Así que se ha ganado el
reconocimiento de todos los deportistas. Y también de los
taurinos: no en vano la plaza de toros de Melilla sigue
funcionando aunque sea una vez al año. Lo preciso para que
los medios propalen a los cuatro vientos los sacrificios que
hacen las autoridades de Melilla para que pervivan las
tradiciones españolas.
Nuestro alcalde, en cambio, se ha desentendido de los
problemas del primer equipo local. Tal es así que ni
siquiera acude al Murube. De toros ni entiende ni quiere
saber nada. Aunque haya personas ofreciéndose a montar un
espectáculo taurino gratis. Ahora bien, en cuanto puede
aprovecha la amistad con Imbroda para citarse con él en los
madriles, en Málaga o en los chirlos mirlos. Y de paso ver
jugar al Madrid, al Oporto o al Manchester United. Y además
con derecho a reírse de lo lindo con las cosas del alcalde
melillense.
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