Los continuos conflictos con los
sindicatos y la política de opacidad con un oscurantismo más
propio de otros años, parecen caracterizar la trayectoria de
Fernando Pérez-Padilla director territorial del INGESA que
acaba de rubricar su última cabriola: ocultar hasta 24 horas
antes, la presencia hoy en Ceuta, del Director General del
INGESA, Julián Díaz Melguizo. Un hecho llamativo y que sólo
se entiende desde el punto de vista de alejarlo de las
reivindicaciones que vienen planteando los sindicatos, cuyos
desencuentros, escribieron también ayer el penúltimo
capítulo en la Junta de Personal.
Nadie comprende que un gran profesional como Pérez Padilla,
a quien no se le ponen “peros” como tal, sí sea más que
cuestionado con sus formas de actuar, con ese miedo cerval
con un intento, a veces ridículo, de querer taparlo todo, de
no ser claro, de equivocar una política de ocultismo atroz,
de poca comunicación y, tal vez, equivocada, que le están
llevando a una situación de la que dice sentirse acosado,
cuando él debería hacer propósito de enmienda y reflexionar
sobre si su comportamiento merece admiración o repulsa.
La dinámica de una política oscurantista, nunca será
defendible en una sociedad abierta, plural y democrática,
porque las cosas no son como nos gustaría a nosotros que
fueran, sino que son como son. Y Pérez Padilla no puede
“fabricarse” su mundo alejado de la realidad, como tampoco
puede abrirse frentes por todos sitios sin recurrir al
diálogo y al entendimiento.
Por todo ello, hoy no puede ni debe “secuestrar” al Director
General del INGESA, limitando su presencia al círculo que
más le apetezca o le resulte más propicio. Cuando se habla
del interés general, Fernando Pérez Padilla no puede ser tan
cuadriculado ni tan terco de ver enemigos por todas partes.
Al menos, desde las páginas de este diario siempre tendrá la
mano tendida. En él está que la situación cambie a mejor o a
peor. Al margen de acosos.
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