A nadie le gusta las medidas de
austeridad adoptadas en los últimos meses, pero tampoco las
adoptadas hace tres años. A nadie satisfacen las cifras de
desempleo actuales, de la misma forma que tampoco nos
satisfacían las existentes hace tres años. Y por supuesto, a
nadie nos gusta la corrupción. Sin embargo, a todos nos
debería regocijar, que a fecha de hoy, ningún organismo
internacional cuestiona nuestras cifras económicas, habla
del rescate de España, ni de la prima de riesgo.
Sin ninguna duda, la movilización convocada por la Cumbre
Social en el día de ayer responde a la campaña de acoso y
derribo emprendida contra el Gobierno del Partido Popular
desde el mismo instante en que se conocieron los resultados
electorales. Una campaña equiparable a la ejecutada contra
los gobiernos de José María Aznar. En este punto no puedo
obviar que José Luis Rodríguez Zapatero se despidió de la
Moncloa con varios récords, entre ellos el de mayor número
de “decretazos” aprobados de nuestra historia democrática.
Entre ellos destacar el “decretazo” de mayo de 2010 que
supuso el mayor tijeretazo a las políticas sociales
incluidas en el programa electoral con el concurrió a las
Elecciones Generales de 2008 (supresión del cheque-bebé,
reducción retribuciones trabajadores públicos o congelación
de las pensiones). Y por supuesto, el que reformó la
legislación laboral vigente, abaratando el despido de los
trabajadores desde ese mismo instante.
Como ciudadano comparto los lemas esgrimidos por la Cumbre
Social, pero por coherencia rechazo totalmente una
convocatoria instrumentalizada por quienes apoyaron con su
silencio la gestión desarrollada en los últimos años. La
izquierda española desea alcanzar en la calle, una vez más,
lo que perdieron legítimamente en las urnas. Unos
convocantes, que al igual que hiciera el secretario general
de los socialistas españoles, Alfredo Pérez Rubalcaba,
instan a tomar las calles.
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