Un año más conmemoramos el Día Internacional de la Mujer
Trabajadora, y a diferencia de años anteriores en esta
ocasión, dirijo mis palabras a las mujeres españolas y
marroquíes.
En la sociedad hispano-marroquí las mujeres jugamos un papel
fundamental, donde el binomio familia-trabajo se ha asumido
con total naturalidad entrambas culturas. En el norte de
Marruecos no tenemos más que echar una mirada a las aulas
universitarias, y al igual que en España, un alto índice de
docentes son mujeres. A este dato le sumamos que la mayoría
de matriculadas en las universidades también son mujeres,
por lo que la figura femenina en la enseñanza adquiere un
papel relevante.
Sin embargo, es digno de reflexión conocer cuántas
universidades, tanto españolas como marroquíes, mantienen
como decano, como rector o vicerrector, a una mujer. Si
extrapolamos el mismo patrón a las confederaciones de
empresarios, grupos bancarios, empresas de prestigio o
cargos diplomáticos, obtenemos como resultado el mismo: el
hombre domina los altos cargos directivos versus al género
femenino que ostenta solo vocalías.
Es de obligado conocimiento, que nuestros gobernantes
destaquen la labor que desempeña hoy la mujer al uno y otro
lado del estrecho, cuando alcanza el cupo más alto de su
responsabilidad laboral, ya que no sólo atiende su
profesión, sino que, en la mayoría de los casos, es la voz
que dirige la familia, o como vemos aumentar las cifras, la
familia monoparental, en España, adquiere protagonismo,
siendo la mujer, madre, padre y trabajadora fuera del ámbito
familiar, y por ende, su labor en la sociedad adquiere
matices casi desapercibidos, pero sumamente meritorios para
encontrar el tan ansiado estado de bienestar, término
devaluado actualmente hasta en los textos de carácter
político e institucional.
Por tanto, se abre un nuevo camino en Marruecos con las
reformas constitucionales anunciadas por el rey Mohamed VI,
donde entre los cambios más destacados, está la petición del
propio rey de la igualdad entre hombres y mujeres. Otra cosa
es cómo se lleve a la práctica, pero los derechos están ahí.
Que se pida la igualdad, para mí, ya es un progreso. Sobre
este punto, el rey en su discurso del pasado 17 de junio de
2011 destacó: “En este contexto, se ha constitucionalizado
la igualdad del hombre y la mujer en los derechos civiles,
en el marco del respeto de las disposiciones de la
Constitución y las leyes tomadas de la religión islámica por
el Reino, además de consagrar la igualdad de ambos en todos
los derechos políticos, económicos, sociales, culturales y
medioambientales, y de crear un mecanismo para promover la
equidad entre el hombre y la mujer”. Así, el artículo 30 de
la reforma constitucional insta a “facilitar el acceso
equitativo de hombres y mujeres a cargos de elección
popular”.
Mientras en Marruecos se abre ese nuevo camino hacia la
igualdad, en España nos da la sensación que en materia de
igualdad venimos retrocediendo, y es que pese a que nuestra
constitución recoja con buena voluntad los derechos para la
mujer, en los últimos años la materia de igualdad está
siendo una asignatura pendiente desde todos los puntos de
vista. Se anunciaban ayudas económicas a bombo y platillo,
por parte de las administraciones económicas, quizás para
luchar contra el gobierno de la nación, sin tener presente
que en medio de la batalla hay mujeres en situación de
desempleo, con responsabilidad familiar y que, con una
mísera ayuda de 400 euros no se solventa la dificultad. Se
hacen campañas informativas sobre ayudas de la mujer al
autoempleo, muchos panfletos y publicidad para justificar el
funcionamiento de ciertas consejerías que, en la mayoría de
los casos, sólo sirven para que sobrevivan los funcionarios
adscritos a su nombre, pero que en la actual situación de
crisis económica, pierden toda validez.
Y no hablemos de los últimos casos de desprotección que
padecen las mujeres con hijos de matrimonios fuera de
España. Quebrantan todo su derecho a continuar llevando la
custodia de sus hijos, se dicta sentencia como moneda de
cambio para evitar situaciones de tensión internacional, y
en esto España, siempre pierde la moneda.
Desde aquí insto a los responsables políticos para que dejen
la moneda a buen recaudo y no sea lanzada ni en el
parlamento, ni en las declaraciones de ciertos políticos que
vulneran los DDHH, y por ende los de la mujer. Seamos
cautos, sensatos y trabajemos por un mundo mejor donde la
igualdad se torne a su misma acepción.
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