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OPINIÓN - SÁBADO, 9 DE MARZO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Sobrevivir
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El viernes estuve charlando con alguien a quien aprecio de veras. Y de quien debo decir que jamás me ha dado el menor motivo para desconfiar de él. Un tipo que se hace respetar y al que tenerle ley es tan fácil como cierto es que no admite que lo tomen por tonto. Pues no en balde es intuitivo por inteligente y por pensar bien sabe que no es conveniente fiarlo todo a la intuición. Por ser ésta falible.

A mi amigo, al margen de su carrera universitaria, han sido sus numerosas lecturas las que le han dado un importante bagaje cultural. De talante pacífico, lo que más le saca de quicio es el tonto por sistema. Sobre todo el tonto con poder de decisión. Lo cual no deja de ser más peligroso que una bomba de relojería.

Mi amigo, cuando saco a relucir el momento que estamos viviendo, me responde con ese realismo que le ha caracterizado siempre. Reconoce que pobres de las personas que se amilanen ante la desgraciada situación que nos está tocando padecer. Que no queda más remedio que afrontar los hechos o quedarse a mitad de camino.

A mí me da por hablarle del pánico de un parado. El desasosiego psicológico del desempleado. Y le digo que, más allá de la inquietud material, el hombre privado de trabajo experimenta una angustia que le conduce a culpar a la sociedad de su desgracia y también a dudar de sí mismo: de su capacidad.

Mi amigo, con esa cachaza que le caracteriza, sacó a relucir un pasaje de mi vida que él se sabe al dedillo. Y sentenció: a ti, Manolo, te gusta la vida. Y te ha importado siempre un bledo sufrir el castigo de Sísifo. Te has venido siempre arriba en los momentos malos. Porque eres de los convencidos de que ello invita a superar los obstáculos. Es una competición en la que hay que participar diariamente. Desde que uno se echa abajo de la cama. Además, y como te he leído en ocasiones, hay que evitar que nadie sea capaz de amargarnos el día. Que es así como desean vernos nuestros enemigos.

Saco a colación el tema de los suicidios: ya que el martes hubo uno en Ceuta. Que se ha sumado a esa lista maldita que no deja de crecer. Pero mi amigo, con buen criterio, rechaza referirse a ello. Y razón tiene para adoptar esa postura. Así que cambio de conversación. Y le digo que le voy a contar una anécdota ocurrida en nuestra posguerra, así por encima y que viene en ‘Los Años del Miedo’: magnífico libro de Juan Eslava. La mujer de un preso, en la cárcel de Baeza, acude a visitarlo por el día de su santo. Le lleva un hatillo de ropa limpia y una fiambrera con una tortilla. “¿De qué es la tortilla, mujer?”, pregunta. “De cardillos, muy rica”. “¡Coño, la yerba para las vacas!”, protesta el penado. “A ver, Jacinto, se excusa ella, lo que gana tu hijo no da para más alegrías, y eso que el pobre se desloma trabajando”. “Pues la mujer de mi compadre, Braulio, le trae chorizos y filetes de carne empanada”. Suspira la mujer armándose de paciencia. “¡No me tires de la lengua, no me tires de la lengua…!”, advierte. Y el preso insiste. Y la mujer se desata: “¡Sí, pero al Braulio le llegan los cuernos al techo!”. La brutal revelación del origen de los manjares que degusta su compadre deja a Jacinto anonadado. Después de un silencio meditativo, baja la voz al nivel de un susurro, que nadie los oiga, para decirle a su santa: “Casilda, mujer, ¿y qué ventajas tengo yo con ser mocho?”.

Mi amigo me contestó con celeridad: “He ahí un hombre dispuesto a sobrevivir. Otros, en cambio, los que toman las dificultades siempre por lo trágico, terminan siendo víctimas de su enfermedad.
 

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