Un día, de hace ya bastantes años,
me llamó por teléfono mi estimado Alejandro Sevilla,
vicario que fue de Ceuta. Y me dijo que tenía mucho interés
en que yo entrevistara al presidente del Tribunal de la
Rota, con sede en Sevilla. El telefonazo de AS se produjo a
las doce y algo de la noche y yo estaba ya en brazos de
Morfeo. Perdonen la cursilería.
¿Cuándo quieres, querido Alejandro, que yo entreviste al
presidente del Tribunal de la Rota? Y el vicario me
respondió que al día siguiente. Y además me dijo que debía
estar en el Hotel La Muralla a las siete de la mañana. Y me
explicó el motivo. El presidente ha decidido coger el barco
de las ocho de la mañana.
A las seis y media de la mañana, yo estaba en el mostrador
de recepción del hotel preguntándole al recepcionista a qué
hora había dicho el religioso que se le despertara. Y quedé
enterado de que a las seis y media de la mañana. Veinte
minutos después el presidente del Tribunal de la Rota, en
Sevilla, acudió a la cita.
Se presentó con cara de pocos amigos. Es decir, parecía no
haber dormido lo suficiente. Y, tras recordarle que yo era
el hombre enviado por Alejandro Sevilla, nos sentamos a una
mesa y nos pusimos a conversar. Mi primera pregunta fue la
siguiente: ¿por qué la Iglesia es sabia?
Y aquel hombre no dudó lo más mínimo en responderme así:
¡Por alcahueta, por alcahueta, por alcahueta! Y argumentó su
contestación hablándome de los pormenores del proceso de
separación que en aquel momento llevaba entre manos el
Tribunal de la Rota, correspondiente a Rocío Jurado y
Pedro Carrasco.
Me he acordado de lo dicho, en cuanto he oído en 13tv que
“La señorita Corinna disfrutaba de una casa en El
Pardo y tenía una protección del CNI, de la Policía y de la
Guardia Civil. Es decir, que Corinna era mujer muy cercana a
la Casa Real”. Tan cercana como para que el Rey pudiera
acceder a ella cada vez que le diera la gana. Y la Iglesia,
enterada del asunto, entre el Monarca y la ya famosa
princesa de pelo rubio y aires de mujer conquistadora, ha
salido en tromba a denunciar un hecho que no acepta.
La Iglesia nunca ha sido complaciente con las queridas o los
queridos. Y, sin embargo, pasaba por alto lo de las casas de
lenocinio. Y es fácil de entender el asunto: Hombre o mujer
con amante propicia que el matrimonio se vaya a pique. No
así las visitas a prostíbulos. Que nunca estuvieron mal
vistas por los confesores. Por consiguiente, que haya sido
la 13tv la que se ha encargado de airear lo de la casa
habitada por la señorita Corinna, a nada y menos de
distancia de donde mora la Familia Real, me obliga a pesar
que la Iglesia sigue en sus trece. No olvidemos que la
Iglesia cuenta con la mitad o más de las acciones de esa
televisión.
Y en sus trece, además, siguen los hombres poderosos:
pensando que tener amantes es signo de distinción. Nada
nuevo bajo el sol y que estuvo de moda en los años del
miedo; es decir, en los años cuarenta. Donde los nuevos
ricos, estraperlistas y otros dedicados a menesteres poco
limpios, y los ricos de toda la vida, necesitaban amantes
para demostrar que estaban viviendo en la cresta de la ola.
Y sus mujeres, cuando se enteraban del engaño, solían
responder, casi siempre: viva yo como una reina y que
murmuren los demás cuanto quieran. Y a la Iglesia ese
comportamiento la sacaba de quicio. Han pasado los años y
nada ha cambiado. Porque ni siquiera la Iglesia ha hecho la
vista gorda en este caso.
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