El mar es inmenso, el mar es
eterno, el mar nunca muere, el mar siempre está ahi, y yo en
este tiempo me lo había perdido. Lo tenía a mano todos los
días, pero sólo lo saboreaba en la playa, respirando su
brisa, vigilando sus rincones, y surcando sus aguas, cada
vez que volvía a pisar la gran piel de toro.
En la pasada edición del curso de monitor de vela, volví a
tener las grandes sensaciones, la botavara, la orza, amolla,
ceñida empopada, de través, de largo, la caña del timón, y
el frío de los vientos racheados, por el tráfico interior
del puerto de Ceuta.
Los escarpines, me hicieron volver a la rampa del Club
Nautico Cas, y sumergirme en sus aguas, aunque tuviera
helado medio cuerpo, eran los estímulos que nunca olvidé, el
que me volviera a sentir que fui marinero.
Recogida de material, sacando de sus aguas, el Rakero, el
barco escuela, acompañando al patrón, vigilando la mar,
ayudando a los compañeros y compañeras, y sufriendo por las
temperaturas, que nos daba este mes de Enero y Febrero,
llegó el dia que volví a mis orígenes...
Era el dia , que me debían una navegación, diferente, porque
al ofrecerme tanto en la mar, a exponerme en la mar, y
compartir en la mar, tanto, que me quedé sin navegar, un dia
antes, y por eso, pedí la embarcación de nivel C, la zodiac.
Les recordé a los profesores, que tenía el titulo de
embarcaciones menores, que aquello no se me había olvidado,
y vieron que la pericia y la practica, y sobre todo, las
nociones y respeto por el mar, no se habían olvidado.
El recordar a los profesores, que teníamos tres hombres en
el agua, con las tablas deslizadoras, la llegadas de los
fast-ferry,s , la salida de embarcaciones de recreo, y el
dominio de poder visualizar el litoral, me daban ese plus,
de saber que había estado ya en situaciones parecidas.
Provenía de la Armada, de la Cruz Roja del Mar, y haber
pertenecido a la Brigada Naval de Salvamento, y lo que es el
mar, tan rebelde y peligroso a veces, acompañas en la
maniobra por un minuto al rakero, y de repente, ves que te
falta, un hombre, con su traje de neopreno y su tabla de
surf, el poniente, lo había llevado hasta las escolleras del
Parque Marítimo...
El profesor, metió fuerza a la vía, y con el walki- en mi
chaleco adaptado, mi casco y mi agarre, al sillón de mando,
el patrón , imprimió velocidad en la busqueda del surfista,
la zodiac se elevaba en las aguas de poniente, y ahí en esos
segundos, sentí una liberación y un bienestar total, porque
volvía veintiseis años después, a sentir las mismas
emociones, a bordo, y volviendo a rescatar y ayudar como
cuando serví en la mili.
Vimos al compañero, que las corrientes, no le dejaban
incorporarse, y volvimos con la tabla, y el surfista a bordo
de nuestra zodiac, felizmente, y recordando la anecdota de
la corriente, que en su momento de velocidad, no pudo con la
botavara ni la driza.
Las maniobras, el manejo, el control, el salvamento, el
trabajo en equipo, la coordinación, y la recogida de la
embarcación, con sus bragas, pestrechos, y remolques, me dió
una satisfacción personal y emotiva, que mereció la pena,
aquel día, compartiendo con profesores, monitores y
compañeros, que el destino, me decía, que otra vez, estaba
volviendo al mar.
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