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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE MARZO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Eduardo Hernández merece una calle
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Querido Eduardo, días atrás estuvo en Ceuta Jesús Cordero. Y lo primero que hizo es recordarnos a todos que la ciudad sigue estando en deuda contigo. Que ya hace muchos años que te deberías haber transformado en una calle o en un parque, para que tu nombre perdure para siempre en tu tierra.

Tu nombre, querido Eduardo Hernández Lobillo, sólo es conocido ya por quienes te queríamos como eras, que somos bien pocos; debido a que otros del mismo parecer han ido siguiendo tus pasos. Pero sucede que tales pocos andamos dispersos y nunca hemos sido capaces de aunar voluntades para propalar tus merecimientos y presionar a quien tiene la facultad de hacerlo.

Quien tiene ese poder, querido amigo, es el muchacho al que tú le auguraste una gran carrera política. Tú eras así, Eduardo. Llegabas un día al ‘Rincón del Muralla’ y sentenciabas. A veces, muchas veces, tus sentencias eran muy criticadas. Pero tú, con tu enorme personalidad, te hacías el lipendi y hasta dejabas caer, de vez en cuando, que te estaba fallando el oído más cercano a los demás. Debido a la posición que ocupabas en la esquina de la barra más famosa de la historia de esta ciudad.

Una ciudad a la que amaste por encima de casi todas las cosas. Cualquiera se atrevía a criticarla inmerecidamente. En ese momento, saltabas como un resorte y defendías la causa sin perder un ápice de tu saber estar. El que tanto nos recomendaba a quienes nos partíamos de ligero ante la menor contrariedad.

Ejercías de caballa fetén, es decir de español de Ceuta; pero sin hacer alardes de nada ni mucho menos se te vio nunca dar la nota chauvinista. Amigo de tus amigos, nunca le negaste a nadie la ayuda solicitada. Fuiste generoso. Muy generoso. Lo cual me consta. No pocas veces te vi sacar el billetero. Sabiendo que lo dado era a fondo perdido.

En ti, querido Eduardo, se daban circunstancias dignas de ser contadas. Y, de no hacerlo ahora, mucho me temo que jamás serán conocidas. A medida que se iban acrecentando tus problemas, que no eran pocos, los olvidaba para convertirte en depositario de los de otros. Y es que sabías escuchar atentamente a cuantos acudían a ti para hacerte depositario de sus cuitas. Tenías, además, un don especial para que se sincerasen contigo.

Por tal motivo, amigo, permíteme decir que sabías más que Lepe. Claro que sí. Pero jamás jugaste con los secretos. Tenías la fiabilidad de los confesores. Lo cual no quiere decir que carecieras de defectos. Mas quién es perfecto…

Eduardo, amigo, lo siento, a un muerto hay cosas que no se le deben decir. Pero si me atrevo es porque lo que voy a contarte no te sorprenderá lo más mínimo. Ya que tú, cuando la Parca te había ya cercado, lo pronosticaste: “España camina hacia la decadencia y Ceuta tendrá que sufrir de lo lindo ante lo que le espera”.

Y acertaste. La corrupción y el paro se han adueñado del país. Y los políticos en nada se parecen a cuando tú fuiste concejal. E incluso actuaste como alcalde. Sin nada a cambio. Bueno, sumar disgustos y desatender tu negocio

De alcalde lleva más de doce años Juan Vivas. El funcionario a quien admirabas y le hacías el artículo a cada paso. El mismo que podría transformarte en una calle o en un parque. Pero no lo hace. Se resiste. Vamos, que no quiere. Quizá porque nunca te trató ni mucho ni poco. Él se lo perdió. Yo, en cambio, sigo presumiendo de haberte conocido. Y brindo por ti frecuentemente.
 

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