Un Pleno da para mucho. Tenemos unas señorías sentadas en
esos escaños que da gozo escuchar cuando se ponen en sentido
metafórico con sus mejores discursos, esgrimiendo a través
de la palabra sus mejores dotes en el uso de eufemismos,
sarcasmos y chascarrillos. Hasta tal punto, que no tienen
precio y nos hacen sonreir para olvidarnos, aunque solo sea
por unos instantes, de algún que otro farragoso discurso, a
veces insufrible. En la sesión parlamentaria de ayer, el
primer punto del orden del día, sobre la aprobación
definitiva de la Cuenta General del ejercicio 2011, Juan
Luis Aróstegui estuvo “sembrao” haciendo gala de su peculiar
sentido del humor y reconocida facilidad de palabra. Acusó
al Gobierno de “falsear la contabilidad” cuando hablan de
superavit pero en unos términos que el hombre de la calle no
entendería nunca. Criticó al Interventor, personaje que
despierta pocas simpatías, especialmente entre los
proveedores de la Ciudad por el “atasco” que provoca con las
facturas, pero también señaló Aróstegui, que el Gobierno se
escuda en los funcionarios para excusarse.
Guillermo Martínez le replicó: “Usted está por encima del
bien y del mal y de los funcionarios”. Y como Aróstegui les
dijo que “corrigieran las faltas de ortografia” antes de
presentar documentos, Martínez se picó y le respondió que “a
partir de ahora haremos caligrafía en los Servicios de
Intervención”. Claro que, una cosa es la ortografía y otra,
la caligrafía, hermano.
Estas respuestas para Aróstegui era un ejercicio de
“funambulismo con la información, con los datos”, un
ejercicio que el diputado de Caballas les criticó, llegando
a recurrir a un tema de actualidad: la renuncia del Papa,
ayer culminada y mencionada por Aróstegui: “Infalible no hay
nadie, ni el Papa. Los Servicios de Intervención meten la
pata y cuando hacen las cosas mal, lo hacen”, apostilló.
Después siguió con sus diatribas: Los Servicios de
Intervención no pueden contabilizar las facturas en los
cajones”. Y se refirió, al hoy diputado, Francisco Márquez
de la Rubia para recordar que también hablaba de superavit
en la Ciudad Atótónoma cuando era consejero de Hacienda: “El
abstracto concejal Márquez”, le llamó Aróstegui. Y dijo:
“las facturas en los cajones, en las bolsas de plástico o en
el maletero del coche, no estaban contabilizadas”. Atribuyó
al Gobierno una argucia: “Cuando no tienen recursos recurren
al comodín del público, apoyándose en resultados electorales
y éstos, no convierten a un tonto en listo ni una mentira en
una verdad. Y cuando mienten, lo hacen independientemente de
que les voten más o menos ciudadanos”.
En este ámbito económico Carracao tambien dijo: “Pondremos
un epitafio. La mataron (a la Ciudad) pero qué bonita estaba
en el entierro”, aludiendo a las facturas impagadas y a la
mejora de la imagen de Ceuta, por las deudas contraidas.
|