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OPINIÓN - JUEVES, 28 DE FEBRERO DE 2013

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El contrato del alumbrado público

La licitación del contrato del alumbrado público parece una caja de sorpresas por las variantes que adopta, según transcurre el tiempo. En un principio, se pretendía adjudicar para diez años y por 1,7 millones de euros, incluyendo costes de mantenimiento, reposición y consumo; ahora se reduce a un año y con una cuantía de 500.000 euros, aunque separando costes. Entre una y otra alternativa, unas conductas chapuceras de apertura de plicas con suspensión de un procedimiento administrativo de república bananera y todo bajo sospecha con críticas de los grupos de la oposición que acusaron de oscurantismo al Gobierno de la Ciudad por su proceder o, más bien, por su mal proceder.

En esta situación de controversias, cambios de criterio, y procedimientos administrativos de dudosa legalidad, lo cierto es que esta adjudicación viene viciada desde sus orígenes. No ya por el discurrir de los acontecimientos (cambios de criterio y una empresa que lleva más de un año “caducada”, tras vencerle el contrato y ser prorrogado), sino por la trayectoria tan tortuosa como sospechosa de unos trámites que son un verdadero jeglorifico, por no considerarlos un desatino político. El discurrir de los acontecimientos con sus variantes y suspensiones incorporadas, mas parecía el juego de un acertijo para determinar qué final se produciría, que un trámite administrativo serio, riguroso, fiable y, desde luego, que no despertara recelos.

Estos comportamientos, aparte de resultar poco serios y nada rigurosos, son absolutamente patéticos. Lamentable. Peor, imposible.
 

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