Me llama un amigo de la infancia,
que lleva la tira de tiempo como concejal de un pueblo
gaditano. Un amigo con quien suelo conversar de tarde en
tarde y siempre a través del aparato telefónico. Y como
lector que es de ‘El Pueblo de Ceuta’, gracias a Internet,
va y me dice que se me nota muchísimo la tirria que le tengo
a los políticos. Y no se corta lo más mínimo en achacarme
que me estoy ensañando con ellos.
-No exageres, Carlos, que aún los hay que me reprueban lo
benevolente que soy con quienes han llevado a España a la
ruina.
Y Carlos se enciende. La ira le puede. Y me lo imagino,
porque lo conozco muy bien, con los ojos acuosos, y la
mirada, de natural limpia, empañada. Y, claro, me llega la
primera andanada:
-A ver cuando se te ocurre denunciar los disparates
urbanísticos, y hablar del enorme poder de las promotoras
sobre los ayuntamientos, la corrupción rampante… Es más, no
todos los políticos son corruptos; sin embargo, pocas
promotoras pueden decir lo mismo.
-Perdona, Carlos, pero no sé de lo que me estás hablando…
-Vaya, Manolo, no te hagas el tonto… Que nos
conocemos más que bien. De cualquier manera, te voy a
recomendar un libro para que te pongas al día de cómo la
corrupción urbanística ha sido la causa de que este país
esté sumido en la ruina económica. Toma nota… “La ola que
arrasó España” es el título del libro que ha escrito
Guillermo Valcárcel, quien pasó diez años entre obras,
primero en la empresa privada y, finalmente, como inspector
de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. Y se refiere a los
años felices del pelotazo, del ‘España va bien’ o el ‘vamos
a superar a Alemania’. Donde se explica que el verdadero
negocio de la industria de la construcción no era tanto las
viviendas como el suelo. Tanto es así que eran las
promotoras las dueñas y señoras de los terrenos que se
recalificaban. En fin, lo dicho, que procures leer ese
apasionante libro.
-Bien, Carlos, te prometo que lo haré. Que mañana mismo me
daré una vuelta por todas las librerías a ver si consigo
encontrarlo. Pero, aprovechando que ya te has desfogado, me
gustaría que me dijera si las promotoras obtienen beneficios
en eso que llaman revisión de precios y de metros
construidos demás.
-Tengo la impresión, Manolo, de que intentas quedarte
conmigo. Que hemos crecido juntos, ¿eh? Así que no te hagas
el estrecho en un asunto que tú debes conocer al dedillo.
-Pues no tengo ni idea, créeme.
-Bueno, a otro con ese cuento. Aunque te diré que yo estoy
harto de ver que las promotoras cuando acceden a semejante
petición es que alguien necesita dinero urgente y hay que
sacarlo de la caja pública. Puede ser un partido político o
bien algunos señores a los que conviene contentar en ciertos
momentos para que esas empresas de la construcción puedan
quedar a salvo de denuncias… ¿Te vale la información?
-Sí, claro que sí. Aunque te vuelvo a repetir, Carlos, que
yo nunca le he prestado atención a los asuntos de la
construcción a gran escala. Pero, a partir de ahora, no
tendré más remedio que hacerlo. Para conocer la otra parte
de la corrupción. Es decir, la que hace posible que los
políticos, que no es tu caso ni el de otros muchos, se
corrompan. En fin, que me haré con el libro, titulado “La
ola que arrasó España”. Para estar más preparado al
respecto. Y poder escribir con cierta propiedad.
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