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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE FEBRERO DE 2013

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES 18.

Los políticos desvergonzados, que son muchos, viven desazonados. Con el canguelo reflejado en sus facciones. Y dando pruebas evidentes de que la jindama les puede. Se muestran temerosos de que alguien descubra sus trapicheos y presente las correspondientes pruebas contra ellos. Se le ves aturdidos y acoquinados. Aunque en el fondo confían en que la ira de la gente se vaya aquietando y deje de expresar la aversión que siente hacia ellos. En cambio, quienes son honrados, que los hay, aunque sean los menos, sufren lo indecible cuando se posa sobre ellos la mirada dudosa de los ciudadanos que han perdido la confianza en la casta política. No es de recibo que paguen justo por pecadores. Aunque es bien cierto que lo mejor que podrían hacer es denunciar a sus propios compañeros. Ya que silenciar los desmanes de éstos, les hace también culpables.

Martes. 19

Sabía que Jesús Cordero llevaba varios días en Ceuta. Y estaba deseando verlo. No en vano, durante muchos años, compartimos tertulias y reuniones. Nos conocimos recién llegado yo a Ceuta y nuestra amistad prevaleció por encima de discusiones de poca monta. Hoy he recibido su llamada y nos hemos puesto a pegar la hebra por medio del teléfono. Con la consiguiente alegría por mi parte. Puesto que le tengo mucha ley tanto a él como Marian, su mujer e hija de Eduardo Hernández Lobillo. Un personaje irrepetible en una ciudad que debería haberle ya tributado el homenaje merecido. De Eduardo creo haber escrito tantas veces como para haber sacado la conclusión de que por ese motivo no se le ha prestado la menor atención por parte de las autoridades locales (perdonen mi inmodestia). En fin, que le he dicho a Jesús lo mucho que he lamentado no haber podido reunirme con él. Espero, eso sí, que en su próxima visita a su tierra, la que yo elegí para vivir y morir, podamos disfrutar de lo lindo hablando por los codos.

Miércoles. 20

Hacía ya mucho tiempo, pero mucho, que servidor no era capaz de permanecer sentado ante el televisor tanto tiempo. Y mucho menos para soportar a Mariano Rajoy leyendo cuarenta folios, escritos por ambos lados, haciendo morisquetas variadas, y hasta recreándose en la suerte de tener mayoría absoluta; cuyos componentes parecían haber hecho un curso acelerado para pelotear al unísono, sin pestañear lo más mínimo. ¡Qué manera tan ridícula de jalear los diputados populares al jefe mientras éste no levantaba la vista de los folios! Tuve la impresión, en muchos momentos, al ver la felicidad de toda la claque, de estar viviendo en una España en la que el paro apenas existe y el poco que hay es porque la gente no desea trabajar. Donde muchas personas abandonan sus casas por haber descubierto que en plena calle se vive mejor. Una España en la que muchas familias que antes gustaban de comer a veces en restaurantes de buen ver, ahora les ha dado por asistir a comedores sociales; debido a que ello se ha puesto de moda. En fin, que tras soportar el discurso del presidente del Gobierno, conocido por su tancredismo, también hube de tragarme las replicas de Alfredo Pérez Rubalcaba. A quien le ha lastrado el haber formado parte de los gobiernos socialistas. Lo cual lo condiciona. Es decir, le supone un impedimento para debatir ciertas cosas.

Jueves. 21

La última vez que supe de Emilio Lamorena fue porque Pepe Sillero (Pepe: espero y deseo que te encuentres mejor que nunca) me dijo que había sufrido un accidente doméstico. Así que debí llamarlo cuanto antes para interesarme por su salud. Pero confieso que se me fue el santo al cielo y hasta hoy no me he puesto en contacto con Emilio. Quien me ha dicho encontrarse mejor, pero que todavía está padeciendo las molestias de una lesión que más bien parece de futbolista. Más o menos de esas patadas que reciben en la tibia y duelen como para gritar a los cuatro vientos. En el caso de mi amigo Emilio fue que quiso regatear un mueble y éste le hizo una falta de las que han bautizado como táctica. También hemos tenido tiempo de hablar de la derrota del Barcelona en Milán. Y de cómo cuando a Messi le da por ser un jugador normal, el equipo azulgrana pierde el oremus. Y queda en entredicho.

Viernes. 22

Había leído yo, muy de mañana, la noticia sobre el reportaje de El hambre en España, según “The New York Times”. El reportaje comienza con el relato de una mujer joven española que en el madrileño barrio de Vallecas busca comida en la basura. Por su forma de vestir, parece dependienta de una tienda, pero no. Según cuenta la periodista del “The New York Times”, Suzanne Daley -la cual goza de mucha credibilidad periodística, dicho sea de paso-, esta mujer de 33 años perdió su trabajo en una oficina de correos, y tras agotar la prestación del paro, sobrevive con la ayuda de 400 euros. “Cuando no tienes suficiente dinero, esto es lo que hay”, dice la mujer que no desvela su nombre. Pues bien, por la noche, en un programa televisado, los contertulios ponían el grito en el cielo, no porque el hecho fuera mentira, sino porque, como españoles, se consideraban agraviados por el reportaje de la periodista estadounidense. Y, entonces, inmediatamente, me acordé del español y los siete pecados capitales, de Fernando Díaz-Plaja, y de cómo en el apartado correspondiente a la soberbia, reza así: “El extranjero no debe hablar mal de España, aunque el español acabe de maldecirla, pero tampoco el vecino de San Juan de Arriba puede permitirse bromas sobre San Juan de Abajo”. Podemos perderlo todo, menos el orgullo desmedido.

Sábado. 23

Corren malos tiempos. Decir lo contrario son ganas de engañarse. Y quienes hemos entrado, hace ya varios años, en el club de los septuagenarios, sabemos sobradamente que los políticos pertenecen a una casta mentirosa. Y que a la mayoría de sus miembros les importa un pimiento que la gente lo esté pasando mal. Mariano Rajoy, por ejemplo, es un mal político. Cuya única preocupación consiste en que la señora Merkel no lo abronque por incumplir sus órdenes. Las órdenes de la alemana son tajantes: los países europeos del sur deben vivir sometidos al yugo de los alemanes. Y España no iba a ser menos. Los alemanes ya lo intentaron durante la Segunda Guerra Mundial. Y no les salió bien el intento de convertirse en la nación predominante en Europa. Así que nos quedan años de penurias. De grandes penurias. Hasta que los alemanes consigan hacer de Europa un territorio en el cual se imponga una forma de vivir que nosotros no aceptamos. De momento han conseguido seis millones de parados y que Madrid, la joya de la corona, sea una ciudad en la que la miseria reina por doquier.
 

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