LUNES 18.
Los políticos desvergonzados, que son muchos, viven
desazonados. Con el canguelo reflejado en sus facciones. Y
dando pruebas evidentes de que la jindama les puede. Se
muestran temerosos de que alguien descubra sus trapicheos y
presente las correspondientes pruebas contra ellos. Se le
ves aturdidos y acoquinados. Aunque en el fondo confían en
que la ira de la gente se vaya aquietando y deje de expresar
la aversión que siente hacia ellos. En cambio, quienes son
honrados, que los hay, aunque sean los menos, sufren lo
indecible cuando se posa sobre ellos la mirada dudosa de los
ciudadanos que han perdido la confianza en la casta
política. No es de recibo que paguen justo por pecadores.
Aunque es bien cierto que lo mejor que podrían hacer es
denunciar a sus propios compañeros. Ya que silenciar los
desmanes de éstos, les hace también culpables.
Martes. 19
Sabía que Jesús Cordero llevaba varios días en Ceuta.
Y estaba deseando verlo. No en vano, durante muchos años,
compartimos tertulias y reuniones. Nos conocimos recién
llegado yo a Ceuta y nuestra amistad prevaleció por encima
de discusiones de poca monta. Hoy he recibido su llamada y
nos hemos puesto a pegar la hebra por medio del teléfono.
Con la consiguiente alegría por mi parte. Puesto que le
tengo mucha ley tanto a él como Marian, su mujer e
hija de Eduardo Hernández Lobillo. Un personaje
irrepetible en una ciudad que debería haberle ya tributado
el homenaje merecido. De Eduardo creo haber escrito tantas
veces como para haber sacado la conclusión de que por ese
motivo no se le ha prestado la menor atención por parte de
las autoridades locales (perdonen mi inmodestia). En fin,
que le he dicho a Jesús lo mucho que he lamentado no haber
podido reunirme con él. Espero, eso sí, que en su próxima
visita a su tierra, la que yo elegí para vivir y morir,
podamos disfrutar de lo lindo hablando por los codos.
Miércoles. 20
Hacía ya mucho tiempo, pero mucho, que servidor no era capaz
de permanecer sentado ante el televisor tanto tiempo. Y
mucho menos para soportar a Mariano Rajoy leyendo
cuarenta folios, escritos por ambos lados, haciendo
morisquetas variadas, y hasta recreándose en la suerte de
tener mayoría absoluta; cuyos componentes parecían haber
hecho un curso acelerado para pelotear al unísono, sin
pestañear lo más mínimo. ¡Qué manera tan ridícula de jalear
los diputados populares al jefe mientras éste no levantaba
la vista de los folios! Tuve la impresión, en muchos
momentos, al ver la felicidad de toda la claque, de estar
viviendo en una España en la que el paro apenas existe y el
poco que hay es porque la gente no desea trabajar. Donde
muchas personas abandonan sus casas por haber descubierto
que en plena calle se vive mejor. Una España en la que
muchas familias que antes gustaban de comer a veces en
restaurantes de buen ver, ahora les ha dado por asistir a
comedores sociales; debido a que ello se ha puesto de moda.
En fin, que tras soportar el discurso del presidente del
Gobierno, conocido por su tancredismo, también hube de
tragarme las replicas de Alfredo Pérez Rubalcaba. A
quien le ha lastrado el haber formado parte de los gobiernos
socialistas. Lo cual lo condiciona. Es decir, le supone un
impedimento para debatir ciertas cosas.
Jueves. 21
La última vez que supe de Emilio Lamorena fue porque
Pepe Sillero (Pepe: espero y deseo que te encuentres
mejor que nunca) me dijo que había sufrido un accidente
doméstico. Así que debí llamarlo cuanto antes para
interesarme por su salud. Pero confieso que se me fue el
santo al cielo y hasta hoy no me he puesto en contacto con
Emilio. Quien me ha dicho encontrarse mejor, pero que
todavía está padeciendo las molestias de una lesión que más
bien parece de futbolista. Más o menos de esas patadas que
reciben en la tibia y duelen como para gritar a los cuatro
vientos. En el caso de mi amigo Emilio fue que quiso
regatear un mueble y éste le hizo una falta de las que han
bautizado como táctica. También hemos tenido tiempo de
hablar de la derrota del Barcelona en Milán. Y de cómo
cuando a Messi le da por ser un jugador normal, el
equipo azulgrana pierde el oremus. Y queda en entredicho.
Viernes. 22
Había leído yo, muy de mañana, la noticia sobre el reportaje
de El hambre en España, según “The New York Times”. El
reportaje comienza con el relato de una mujer joven española
que en el madrileño barrio de Vallecas busca comida en la
basura. Por su forma de vestir, parece dependienta de una
tienda, pero no. Según cuenta la periodista del “The New
York Times”, Suzanne Daley -la cual goza de mucha
credibilidad periodística, dicho sea de paso-, esta mujer de
33 años perdió su trabajo en una oficina de correos, y tras
agotar la prestación del paro, sobrevive con la ayuda de 400
euros. “Cuando no tienes suficiente dinero, esto es lo que
hay”, dice la mujer que no desvela su nombre. Pues bien, por
la noche, en un programa televisado, los contertulios ponían
el grito en el cielo, no porque el hecho fuera mentira, sino
porque, como españoles, se consideraban agraviados por el
reportaje de la periodista estadounidense. Y, entonces,
inmediatamente, me acordé del español y los siete pecados
capitales, de Fernando Díaz-Plaja, y de cómo en el
apartado correspondiente a la soberbia, reza así: “El
extranjero no debe hablar mal de España, aunque el español
acabe de maldecirla, pero tampoco el vecino de San Juan de
Arriba puede permitirse bromas sobre San Juan de Abajo”.
Podemos perderlo todo, menos el orgullo desmedido.
Sábado. 23
Corren malos tiempos. Decir lo contrario son ganas de
engañarse. Y quienes hemos entrado, hace ya varios años, en
el club de los septuagenarios, sabemos sobradamente que los
políticos pertenecen a una casta mentirosa. Y que a la
mayoría de sus miembros les importa un pimiento que la gente
lo esté pasando mal. Mariano Rajoy, por ejemplo, es
un mal político. Cuya única preocupación consiste en que la
señora Merkel no lo abronque por incumplir sus
órdenes. Las órdenes de la alemana son tajantes: los países
europeos del sur deben vivir sometidos al yugo de los
alemanes. Y España no iba a ser menos. Los alemanes ya lo
intentaron durante la Segunda Guerra Mundial. Y no les salió
bien el intento de convertirse en la nación predominante en
Europa. Así que nos quedan años de penurias. De grandes
penurias. Hasta que los alemanes consigan hacer de Europa un
territorio en el cual se imponga una forma de vivir que
nosotros no aceptamos. De momento han conseguido seis
millones de parados y que Madrid, la joya de la corona, sea
una ciudad en la que la miseria reina por doquier.
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