Me da la sensación de estar en el aire, a mitad de camino de
un largo salto que nos conduce directamente hacia otro
nivel, aunque apenas somos conscientes de ello.
Y en ese nuevo nivel, que no se muy bien si está más arriba
o más abajo que el anterior, estaremos todos, nos guste o
no. Más vale que nos preparemos para un duro aterrizaje.
Estamos clamando a diario por una mayor transparencia, un
mejor control de los servidores públicos, un más adecuado
uso de los escaso recursos de que disponemos, un abandono
progresivo de las taras de la sociedad actual.
No resulta cómodo avanzar sobre el inmovilismo y adentrarse
en nuevos territorios, competir en mercados internacionales,
dejarse llevar por la dinámica de un mundo dominado por los
intereses económicos. Pero no queda otra.
Hemos todos visto con nuestros propios ojos y oídos, cómo se
desmorona el discurso de un partido socialista en la
oposición que se debate en sus propias contradicciones
internas, que trata mediante el populismo y la demagogia de
recuperar posiciones desde las que auparse de nuevo al
poder, y hemos visto y oído como está fracasando de forma
dramática.
Y eso no es bueno, desde mi punto de vista, y no lo es
porque para que el sistema democrático funcione ha de ser
como una balanza, con dos fuerzas opuestas, una a cada lado
del fiel, de forma una tiende a contrarrestar a la otra,
cuando eso no ocurre la hegemonía absoluta, sea de quien sea
no trae nada bueno.
Eso no quiere decir que apoye los postulados de una
izquierda abocada a volver una y otra vez sobre viejos
estigmas, sin ideas nuevas, sin avanzar sobre sus propios
fracasos, hace falta una profunda renovación de sus líneas
de actuación, olvidando de una vez esos ataques pasados de
moda, a una derecha que, les guste o no ya no existe.
Y no solo no existe, sino que desde las ideas actuales de
centro derecha es desde donde se esta rigiendo el mundo,
aunque lo gobiernen socialistas como en Francia.
Todo ello como consecuencia de toda la batería de avances
económicos, sociales y políticos propiciados precisamente
por un socialismo de vanguardia, comprometido y luchador.
Justo lo contrario de lo que vemos ahora.
Ahora estamos en la fase siguiente, aunque la nostalgia se
lo impide ver, en una fase en la que lo importante no es
conseguir la jornada de ocho horas, sino en conseguir que
alguien nos contrate para trabajar.
No hay más que ver el lenguaje que se utiliza en Andalucía
desde un partido socialista vacío, sin ideas, sin más afán
que el de el continuismo, si Pablo Iglesias los viera,
metidos en escándalos relacionados con drogas, con repartos
indiscriminados de pensiones, creo que si levantara la
cabeza no daría crédito a sus ojos.
Y es que la credibilidad no se mantiene solo de réditos
antiguos, hay que ganársela todos los días y no precisamente
escondiéndose tras unas siglas centenarias.
Y si no hay queda la herencia del tripartito catalán
liderado por los socialistas, eso sin olvidar a Zapatero.
También en nuestra ciudad se ve ese tipo de comportamientos
en los que lo importante muchas veces no son las ideas, sino
encontrar la manera de hundir al contrario, buscando tan
solo el enfrentamiento. Faltan ideas, sobran palabras
vacías.
No vale el apoyo incondicional a nada ni a nadie, solo se
apoya aquello que viene avalado por las propias
convicciones, lo demás es seguidismo, dejadez, abandono y
fracaso.
El mundo cambia a mayor velocidad de lo que parece, no hay
más que echar la vista atrás, lo que hace cinco o diez años
era tabú hoy se desmantela sin piedad, ¿cómo será en otros
cinco años?
Esa visión es la que nos hace falta, adelantarnos a nosotros
mismos, para eso hacen falta políticos de una cierta talla,
de esos que escasean tanto.
Debemos ser cuidadosos, debemos ser audaces, el futuro nos
aguarda.
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