Hace ahora cincuenta años Mohamed
Ben Abdelkrim El Jatabi, el insurgente líder rifeño que
entre 1920 y 1927 se enfrentó tanto a las tropas españolas y
francesas como al Sultán Muley Yussef, fallecía el 6 de
febrero de 1963 en su exilio de El Cairo. El cincuenta
aniversario de su fallecimiento no está dejando indiferente
a nadie. Si en su bravía tierra rifeña la figura de
Abdelkrim sigue siendo un icono en la memoria histórica de
sus habitantes, desde Rabat se sigue con cierta aprensión el
calado actual del mensaje independentista de Abdelkrim y su
efímera Al-daula al-yumhuría al rifía (Estado de la
República del Rif) entre la población, sobre todo la más
joven. Todavía humean los rescoldos de la gran rebelión
rifeña de 1958 y 1959, reprimida a sangre y fuego, lo que
sin duda llevó entonces al líder rifeño a rechazar su vuelta
a Marruecos tras ser invitado en El Cairo, tres años antes
de su muerte, por el mismo Mohamed V.
Precisamente se está dilucidando ahora la vuelta o no de sus
restos, como clamaba el viernes una de sus hijas, pues si lo
obvio sería su inhumación en el corazón de ese Rif que tanto
amó, con el eventual riesgo político que ello comporta para
el Reino de Marruecos, Rabat estudia con detalle la eventual
alternativa de repatriación de los mismos para ser
enterrados, sin duda con la debida pompa pero también con la
espuria y obscena manipulación del personaje, en la capital,
Rabat. Si el sátrapa Hassan II reprimió sistemática y
duramente todo el norte (desde Tetuán a Nador), una de las
primeras medidas visionarias de su hijo, el actual rey
Mohamed VI tras acceder al trono en 1999, fue reconciliar
como fuere al Trono con la insumisa región.
Así y además de dedicar su primer viaje oficial por
Marruecos a la misma, el joven soberano alauí preparó con la
mayor discreción un simbólico encuentro, el 16 de octubre de
1999, con el hijo del Emir del Rif, Said ben Mohamed ben
Abdelkrim, al que tras estrechar cordialmente la mano le dio
un significativo abrazo, mientras éste mostraba su esperanza
por la apertura de “una nueva era entre los rifeños y la
monarquía”. En ello se está.
Ha llovido ya desde entonces, pero tanto desde Palacio como
desde el entorno del Neomajzén no se han escatimado
esfuerzos para patrimonializar la figura del insurgente
líder de los Beniurriaguel, cuya huella sigue presente en la
memoria colectiva de los rifeños que pulsan, bien entre un
solapado independentismo, bien en su inclusión en el
organigrama del Estado marroquí bajo la figura, eso sí, de
una amplia autonomía administrativa. Así la simpática y
abierta asociación “Rif Siglo 21”, dirigida por mi hermano
Yassin Errahmouni, se sumó a su modo los pasados 9 y 10 de
febrero al cincuentenario del óbito de Abdelkrim
organizando, en colaboración con “Aldeas Infantiles SOS” y
la cooperativa de costura “Amoultaca” de Imzouren, al lado
de Alhucemas, diferentes actividades culturales bajo el
lema: “Animación y creatividad con el fin de salvaguardar la
memoria y la promoción de la cultura amazigh”, destacando
diferentes desfiles de la moda tradicional folklórica a
cargo de chicas y niños, además de actuaciones musicales a
cargo del grupo “Tamazgha” y otro propio de una “Aldea
Infantil SOS”. Y ayer sábado en Rabat organizado por la
“Asociación Rif para la Solidaridad y el Desarrollo” (ARID),
entidad presidida al igual que el “Centro de la Memoria
Común por la Democracia y la Paz” por mi estimado amigo el
profesor Abdeslam Boutayeb, tuvo lugar un importante evento
con la participación de destacados académicos e
investigadores bajo el tema “Cómo podemos recordar el 50
aniversario de la desaparición del muyahidín Abdelkrim”, en
el que para conmemorar el cincuentenario del fallecimiento
del líder rifeño se convoca, a nivel nacional, el “Premio
Abdelkrim El Jatabi por el desarrollo y la construcción de
la democracia”.
Convocatoria de lo más interesante y con más enjundia de lo
que parece, pues si el Emir Abdelkrim gozaba de la necesaria
inteligencia política para modelar su discurso, bien fuera
dentro del Rif donde predicaba sin recato la “yihad” o
guerra santa mientras denunciaba, como banderín de enganche,
que los españoles (el Protectorado, sostén del Sultán)
venían a despojar de sus propiedades a los rifeños, violar a
las mujeres y perseguir a la religión musulmana (tal cual,
han leído bien), de puertas afuera y cara a la prensa
extranjera el mensaje era harto diferente: desde considerar
a las “cruzadas” y la “yihad” (dos caras por cierto de la
misma moneda) como algo del pasado, hasta anunciar la
creación de un Estado independiente y moderno (“un país, un
gobierno, una bandera”). Por lo demás no deja de ser
significativo el adjetivo “muyahidín” (guerrero santo)
escogido por ARID para Abdelkrim, lo que abre las puertas a
otras interpretaciones: ¿acaso deberíamos subrayar al
efímero Estado levantado por Abdelkrim como una “República
Islamista del Rif”....? Pues además de su innegable carácter
independentista, el Emir del Rif trabajó por el arabismo y
la implantación de la sharia o ley islámica, castigando por
ejemplo con 15 o 20 días más de servicio en el frente a los
hombres que no cumplieran con las preceptivas cinco
oraciones diarias (las mujeres debían abonar una multa en
especies, donando un pollo), prohibió fumar kifi a su gente
e impuso la pena de muerte por sodomía.
Estos actos, como en particular el que ayer se celebró muy
dignamente y con notable éxito (levanto acta) en el hotel
Golden Tulip, al lado del complejo de la almohade Torre
Hassan y el mausoleo de los reyes Mohamed V y Hassan II,
cuestan un riñón. Permitan mis acogedoras y amables
amistades de Rabat que este veterano escribano del limes
contribuya a revisar e interpretar la memoria del
emblemático líder rifeño aportando “One Riffan” simbólico,
en papel fotocopiado, emitido en su momento en Inglaterra
por orden directa de Abdelkrim, en nombre del Banco del
Estado del Rif.
Y, por favor, no me confundan churras con merinas: este
español de Asturias ha sido siempre, sin duda, radicalmente
regionalista pero en modo alguno independentista: ni en mi
país ni en Marruecos. En España mi rey es Don Juan Carlos I
y aquí, de El Tarajal o Beni Ennzar para abajo, mi rey es el
suyo, Mohamed VI. Por si acaso, que hay muchos aviesos
intoxicadores por ahí sueltos empeñados, siempre, en
manipular mis palabras. Visto
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