El mundo necesita avances, no
retrocesos. El pasado, pasado queda. A todos nos conviene
convivir con el entusiasmo del futuro. A mi juicio, es bueno
asombrarse y despojarse de tristezas. Nunca pensé que en la
vida hubiera tanto desconsuelo. Tenemos que ser portadores
de ánimo. Necesitamos abrir nuevos caminos para llegar al
auténtico progreso. Hemos perdido tantas esperanzas que va a
costarnos mucho ilusionarnos. Es hora de renovar fuerzas, de
asumir compromisos y de celebrar la responsabilidad que
cualquiera de nosotros hemos adquirido con nosotros mismos,
por el hecho de vivir. La grandeza de una persona ha de
medirse por el grado de cumplimiento de sus obligaciones. No
por el poder, sino por actos de conciencia, lo que nos lleva
a juzgarnos -como dijo Kant- a la luz de las leyes morales.
Sin ética es imposible avanzar. Orientarse. Sólo una
formación permanente del corazón y de la mente pueden
realmente hacernos más felices, más sabios, más personas de
bien.
Tenemos que buscar el intelecto, desde una hermenéutica
sensata. La mediocridad todo lo confunde. No piensa en
grande. No mira a lo lejos. Ya está bien de moverse en el
terreno de las permanente luchas. La lucha política, la
lucha de poder, la lucha financiera, la lucha entre diversas
corrientes poderosas. La lucha. Siempre la lucha del ser
humano contra sí mismo. Menos peleas y más actos de
conciliación. Esto se consigue con una gran inteligencia y
con un espíritu sensible. Poseemos demasiados corazones de
piedra, sin escrúpulo alguno, en los pedestales del poder.
Quien con monstruos combate mal acaba. Nuestro fin no son
las batallas. Es reencontrar un camino de convivencia,
convivir en la paz, asegurar la paz. Para eso tampoco hace
falta fabricar más armas que nunca. Únicamente el impulso
intelectual puede iluminarnos hacia una unión nueva, donde
la llama de la comprensión tome fuerza de lengua materna. En
cualquier caso, hemos de hacer de la sociedad, una sociedad
del saber, no del embuste y la mentira como domina en la
actualidad.
Ciertamente, las lenguas son instrumentos esenciales para
ese avance. Uno tiene que entenderse, pero también tiene que
ser tolerante para poder entrar en diálogo. Va a ser muy
difícil avanzar en los razonamientos de algo si no nos mueve
el deseo, la coherencia de vida y pensamiento, la
ejemplaridad de acciones y reacciones. Es el ejercicio
intelectual el que nos encamina hacia renovados horizontes.
Estoy convencido de que precisamos ver más luces y tener
menos ruidos, estar menos tristes y tener más sentido del
humor, conducirnos y reconducirnos en el pensamiento,
suscitar ese afán de superación sobre la base de la
diversidad lingüística y el plurilingüismo. Por
consiguiente, veo con satisfacción que celebremos el Día
Internacional de la Lengua Materna (21 de febrero), cada vez
con mayor reflexión. Evidentemente, en el arco iris de las
lenguas, cada color tiene un acento, y todas las
pronunciaciones nos invitan a la curiosidad erudita. Desde
luego, sin ese afán de búsqueda es bastante complicado
encontrar respuestas que nos insten a avanzar por el camino
de la realización personal.
Tampoco podemos avanzar en solitario. Precisamos ser una
piña ejemplarizante de humanidad. En una cultura del goce,
en la que la masa ciudadana hace de los delitos, derechos,
todo es posible. Cuando se ponen referentes que son pura
mentira, y la complicidad toma raíces, hay que tener una
capacidad de discernimiento muy profunda. Y cuando hasta
determinado poder se emplea a fondo en cubrirle el rostro a
la mentira para que parezca verdad, resulta imposible
florecer en la autenticidad. Cuestión necesaria para avanzar
en sinceridad. No olvidemos que quien es auténtico, toma la
responsabilidad y la libertad de ser lo que es, y desde esa
integridad es constructor de un verdadero desarrollo humano.
Algo que, efectivamente, merece la pena.
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