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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE FEBRERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ministro estigmatizado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Que se hunda España, que caiga España que ya la levantaremos nosotros. Frase que Ana Oramas, portavoz de la Coalición Canarias en el Congreso, le achacó en su momento a Cristóbal Montoro. Desliz impropio de cualquier español y mucho menos si quien lo comete es político de fuste a quien no se le cae de la boca la marca España.

El hecho ocurrió cuando España comenzaba a dar tumbos en todos los sentidos y el Gobierno presidido por Rodríguez Zapatero llegaba exhausto a un final merecedor del castigo que poco después sufriría en las urnas.

En aquellos días, de no ha mucho, se barruntaba ya que nos tocaría vivir a los españoles momentos de extraordinaria dureza. Circunstancia que obligaba, más si cabe, a que todos los políticos tuviesen un comportamiento ejemplar. Y, convendrán conmigo, que el de Cristóbal Montoro fue lamentable.

Tan lamentable que en un primer momento yo llegué a poner en duda lo dicho por la señora Oramas. Y hasta estuve convencido de que Montoro presentaría una denuncia contra ella. Pero no fue así. Y, dado que quien calla otorga, éste ha quedado estigmatizado por la acusación de la portavoz canaria.

Días atrás, durante el debate del estado de la nación, el ministro de Hacienda y Administraciones públicas tuvo una nueva oportunidad para defenderse de esa marca o mancha afrentosa. Sucedió que estando discurseando Rubalcaba, éste sorprendió a Montoro riéndose de manera sardónica y se dirigió a él echándole en cara lo de “Que se hunda España, que caiga España que ya la levantaremos nosotros”. Y don Cristóbal sigue sin reaccionar.

Y uno ha llegado a una simple conclusión: Montoro, cuando estaba en la oposición, rezaba todas las noches para que España se deslizara por la ladera del abismo. Lo mejor para que su partido volviera a ganar unas elecciones. Y, por supuesto, para tener él la oportunidad de reverdecer laureles como ministro.

Sé que se viven momentos muy difíciles, de dureza extrema, y entiendo que los portavoces populares se afanen en airear que los denuestos constantes contra los gobernantes no ayudarán a salir de la gravísima situación que viven seis millones de parados. Pero ello no les faculta para criticar acerbamente a quienes alzan la voz contra unas decisiones que consideran injustas. Y que tachen a los críticos de crear mal ambiente y de un sinfín de cosas más. Incluso han empezado ya a propalar que quienes hablan de la corrupción son malos españoles. Los que desean que España se hunda en la miseria por la aversión que sienten por la derecha.

Tales manifestaciones, cuando quienes las hacen ocupan cargos políticos magníficamente remunerados y gozan del privilegio de tener a todos sus familiares colocados, son las que inducen a pensar que los susodichos son los primeros que admiten la corrupción como algo consustancial a la democracia, el menos malo de los regímenes. De no ser así, a cuento de qué se indignan cuando se les recuerda que la corrupción de los cargos públicos debe ser denunciada, pertenezcan éstos a uno u otro partido.

En cuanto a decir que quienes despotrican contra las decisiones tomadas por el Gobierno están metidos en una guerra perdida, además de altanería, lleva implícita la soberbia de quienes gozan de una mayoría absoluta. Y habría que recordarles que gobernar no es mandar, por mucha mayoría que se tenga. Así que bien harían los portavoces del PP en no imponernos el chitón porque sí.
 

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