Parece que eso ya no viste,
mientras que lo que más se aprecia, por parte de ciertos
sectores de la progresía barata es ser macarra, en
cualquiera de los ámbitos en los que nos movemos.
Y esto se acaba de demostrar en un equipo de fútbol, en el
que se estaba contratando a un segundo entrenador, Salva
Ballesta, y nada más conocerse su nombre, en uno de los
grupos ultras, de los de la peor calaña de las aficiones,
comenzaron a presionar al presidente, que no tuvo otro
camino más que eliminar de su posible contratación a ese
“entrenador”.
A lo largo de los últimos años y eso es cierto, en repetidas
ocasiones, Salva Ballesta, que en su día fue un buen
goleador, ha dado muestras, una y otra vez, de su
españolidad, de esa españolidad sin divisiones, que ahora
molesta tanto en algunos sectores.
Posiblemente, si el Celta de Vigo hubiera tirado de algún
otro tipo de deportista, de esos que no tienen inconveniente
en hacerle ascos a la marca España, a estas horas estaría
entrenando y, con un poco de suerte, ese grupo macarra,
nazis de actuación, le concederían una medalla.
El ser como es uno y no ocultarlo no suele ser el mejor
pasaporte, ahora ya, para poder trabajar.
En nuestros días, fuera de los separatistas que dicen lo que
quieren y nadie les sale al paso, el que se considera
español y lo dice, el que lo es y lo manifiesta, llevando la
bandera de España, por ejemplo, empieza a ser sospechoso de
todo lo malo y es vetado por unos y no aceptado de buen
grado por otros muchos.
Salva Ballesta iba de segundo entrenador con Abel Resino y
éste ha cedido ante la morralla esa que representan los
grupos ultras de los “Celtarras” y en vez de dejarlo y decir
“que vaya otro” se ha cogido el puesto, agarrándose a él
como a un clavo ardiendo, y ahí va a comenzar su nueva
andadura.
De todas formas, primero el Celta de Vigo, luego su
presidente y en tercer lugar Abel Resino se han hipotecado
de por vida y, desde ahora, van a ser chantajeados a cada
instante, por estos grupos ultras, que no debieran tener
cabida en ninguna parte, y mucho menos entre la afición de
un club serio.
Quienes ya tenemos unos cuantos años y hemos pasado por un
régimen en el que las libertades brillaban por su ausencia,
además de llevar viviendo toda la democracia en la línea que
va marchando, no han sido muchas las veces que nos hemos
encontrado con algún caso similar, y mucho menos que hayan
bajado la cabeza otros y le hayan dado de paso como lo han
dado en el Celta de Vigo su presidente y el recién
incorporado Abel Resino.
Un régimen duro ya sabe uno lo que es y en él siempre sabes
a qué atenerte, mientras que democracias con tantos tintes y
con tintes tan variopintos, le dejan a cualquiera sin saber
hacia donde se apunta y hacia donde hay que ir.
Grupos ultras los hay en casi todos los clubes,
especialmente en los grandes, lo malo es que esos grupos se
queden incontrolados y hagan su santa voluntad. Con grupos
así que tienen cierto mando, un club como el Celta de Vigo y
lo mismo pasaría con otros varios, pueden tener los días
contados, porque a las primeras de cambio se pueden
encontrar con que la barbarie de estos “nazis” rompan toda
la historia de esa entidad.
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