Francisco Umbral dijo una
vez que, atendiendo a la mala conciencia que tenía por
haberse chungueado de Mariano Rajoy, había decidido
compensarlo con buen trato. Y, a partir de ese momento, se
dedicó a hacerle el artículo cada dos por tres. Ante la
extrañeza de sus innumerables lectores.
Semejante cambio de parecer, en quien destacó como figura
indiscutible del columnismo periodístico, durante muchos
años, me imagino que pudo deberse a que había comenzado a
enfadarse con Rajoy, cuando antes no se lo había tomado en
serio. Que es algo que suele ocurrir con frecuencia.
Veamos: siempre he oído, además de haberlo vivido en propia
carne, que cualquier personaje público prefiere ser
abroncado en su tarea a que se mofen de él. Tal y como
ocurría con El Piyayo: “¡A chufla lo toma la gente, y
a mí me da pena y me causa un respeto imponente!”.
Me van a permitir, antes de continuar, que me valga de este
ejemplo: Juan Vivas nunca ha gozado de mi confianza,
por motivos que no vienen al caso referir ahora; pero sí
tenía de él un concepto de seriedad que ahora no tengo. Que
es un caso al revés del que deduzco se suscitó entre Umbral
y Rajoy. Y ello hace que desde hace cierto tiempo lo vea de
la otra manera.
Lo que quizá vio Paco Umbral en MR, anterior a la
rectificación, es un tipo que bien podía, con sus hechuras,
hacer el don Tancredo en cualquier plaza de toros,
acompañado de la correspondiente cuadrilla de los enanos
toreros. Y, por esa visión del personaje, le dio por
escribir sobre él de manera burlona, con guasa y escarnio.
Por considerarlo candidato inválido para ser presidente del
Gobierno de España.
Lo que tal vez no llego a vislumbrar el mejor escritor en
periódicos del columnismo español, incluso cuando terminó
dedicándole ditirambos, fue que, precisamente, el
tancredismo de Rajoy, ese permanecer impertérrito en el
centro del ruedo ibérico, es el que le iba a salvar su
carrera como cargo político.
La carrera del presidente del Gobierno de España se está
salvando gracias a que todos los casos de corrupción de su
partido se los está pasando por la entrepierna. Y a fe que
hay que reconocerle que lo hace con una sangre fría que deja
a sus adversarios sumidos en la perplejidad.
Y además se ha atrevido, cual preámbulo de su actuación en
el Debate sobre el estado de la Nación, a dirigirse así a
sus ministros: “Importa la economía, lo de Bárcenas
escampará”. Es decir, que da por hecho que por más que
Luis El Cabrón intente tocarle los dídimos a él, MR,
cuenta con poder suficiente para que la gente acabe
olvidándose del asunto. A tal actitud, impávida a todas
luces, se le llama valor sereno, en el mundo taurino.
Eso sí, una vez que uno ha recurrido a las expresiones
taurinas, convendría recordarle a Mariano Rajoy que toda su
faena en el Debate sobre el estado de la Nación la ha
construido con el pico de la muleta. Faena, entiéndase por
discurso, ventajista y, por tanto, carente de la verdad
necesaria. Dando siempre el pasito atrás. Arriesgando lo
mínimo, aunque componiendo la figura como si la temporada
que lleva en La Moncloa estuviera jalonada de éxitos.
Hay seis millones de parados. Y la culpa la sigue teniendo
Zapatero. A quien hasta puede que sea imputado (!)
por lo de “Bárcenas” y por la trama Gürtel. El Debate ha
sido un fiasco en todos los aspectos. La clase política sale
del trance peor parada.
|