No hay remedio. Año tras año,
cuando llegan las lluvias, los “puntos negros” de la ciudad
vuelven a surgir indefectiblemente. Pese a que siempre se
hace propósito de enmienda, cada año se vuelve a caer en el
mismo pecado: la falta de previsión. Con un alcance de
deterioro material que provoca no pocos perjuicios. Y lo
peor, que son las mismas zonas donde la falta de previsión y
de medidas idóneas, originan unas inundaciones
espectaculares con cortes de vías urbanas y carreteras de
marcado signo tercermundista.
Viviendas, comercios, locales de todo tipo, sufren las
consecuencias de la falta de previsión y, en nuestro caso,
también somos víctimas de esta situación, porque no hay año
en el que la inundación no se produzca en nuestra planta
baja en donde la Redacción se anega y nos vemos inmersos en
unos perjuicios ajenos a nuestras infraestructuras y que son
consecuencia del estado de la calle Independencia en donde
el agua desborda la misma invadiendo nuestras instalaciones
y todas las de esa zona. Esta situación es una
responsabilidad que no se asume con el rigor ni firmeza
necesarios en virtud de las consecuencias que genera al
interés público. Y pese a que, desde tiempo inmemorial se
viene diciendo que Ceuta no está preparada en este ámbito,
lo cierto es que ayer cayó mucha agua en poco tiempo pero no
fue el diluvio universal. La imagen del desdoblamiento del
Paseo de las Palmeras, una vía urbana moderna, convertida en
una piscina, es el exponente más lamentable y vergonzoso, de
cómo se puede convertir en un despropósito tal, que en el
momento de diseñarse, no se haya previsto una situación de
esta naturaleza. Nuestras autoridades han de poner fin, de
una vez por todas, a esta situación en una ciudad que se
quiere y dice ser moderna, pese a caer en estas
imprevisiones de las que nadie se responsabiliza. Ya va
siendo hora de solucionar algo que no es un imposible, salvo
que la incompetencia sea endémica.
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