La renuncia al papado el lunes 11
pasado por parte de Benedicto XVI, pilló por sorpresa a gran
parte de la Iglesia y al resto de la humanidad, al ser una
medida inusual teniéndonos que remontar al 1294 con
Celestino V cuando hizo algo igual o similar.
Tal renuncia del papa Benedicto XVI, a pesar de declarar
varios días después que “lo hizo en plena libertad y para el
bien de la Iglesia”. Es, más que probable, que sea como
consecuencia de las luchas internas existentes en la curia,
al ser mucho lo que se cuece en las celdas benedictinas y en
las otras, porque de lo que se trata es de alcanzar el
papado por el mucho poder que se tiene.
La Iglesia a pesar de ser uno de los estados políticos más
pequeños de cuantos existen; es, sin embargo, uno de los más
poderosos del Planeta, teniendo extendidos sus tentáculos en
los lugares más recónditos. Por ello, los ‘tiburones’ de la
Iglesia mueven fichas para colocar en la cima a sus líderes.
Hay que recordar, que Benedicto XVI tuvo que pedir perdón en
nombre de la Iglesia, por los numerosos escándalos de
pederastas existentes en el seno de la misma desde hace
siglos. Siendo otro de los escándalos recientes que ha
salpicado también a la Santa Sede, la filtración de
documentos privados por parte del mayordomo personal del
Papa, Paolo Grabiele, al que sentaron en el banquillo y
juzgaron los tribunales eclesiásticos.
También, quedará de este Papa, entre otros asuntos de cierta
trascendencia, la confusión creada con las afirmaciones que
hizo referentes a que en el Portal de Belén no hubo ni mula
ni buey, así como, que tampoco los Reyes Magos proceden de
Oriente sino de los Tartessos afincados por Huelva, Sevilla
o Cádiz (Andalucía).
No extrañándome lo más mínimo que lo anterior del Papa haya
ocurrido, porque la Iglesia siempre ha vendido humo para
mantener el chiringuito de su negocio. Por lo tanto, es
anecdótico que la renuncia oficial de Benedicto XVI, al
parecer, se producirá a la taurina hora de las cinco en
punto de la tarde del próximo 28 de febrero, día del
Estatuto de la comunidad autónoma andaluza. Para
posteriormente S.S. pasar el resto de sus días, no en un
hogar de la tercera edad normal, sino en un convento muy
bien atendido.
Por ello y por mucho más que obvio, me la repamplinfa lo de
Benedicto y la Iglesia, de igual forma que se la
repamplinfaría también el filósofo Claude Henri de Rouvroy
conde de Saint Simon (1760-1865). Personaje que estaba
destinado a ser militar al pertenecer a una familia
aristocrática francesa. El que durante la Revolución
Francesa, al estar en contra del derramamiento de sangre,
renunció a la milicia haciéndose republicano.
Posteriormente Saint Simon fue encarcelado por sus
relaciones con Danton. Y también le costó otro proceso
penal, por decir desde sus creencias políticas y
pensamientos filosóficos que “si Francia perdiera sus
principales físicos, químicos, agricultores, herreros etc.,
sería un cuerpo sin alma; en cambio, si Francia perdiera a
todos los hombres considerados más importantes del Estado,
el hecho no reportaría más pena que la sentimental”.
Servidor, no ha sentido pena alguna con la renuncia del
Papa, porque si “a rey muerto otro en su puesto’, eso es lo
que ocurrirá en su sucesión. Por ello, la Iglesia proseguirá
por su camino y yo por el mío, porque no comulgo con la
doctrina que divulgan y practican la inmensa mayoría de los
enviados por Dios a la Tierra.
Pero, por el contrario, no puedo olvidarme de esas monjas,
que tanto han hecho y siguen haciendo por la humanidad, con
su labor incansable de servicio a los desamparados.
Admirándolas y respetándolas, de igual forma que admiro y
respeto a los curas que están por el cada día más extenso
tercer mundo y, por las barriadas marginales de las grandes
urbes del capitalismo más rimbombante; entregando sus vidas
por los menos favorecidos, pasando toda clase de penurias, y
predicando con sus cívicos ejemplos.
Siendo un claro ejemplo de esa humanidad el cura Andrés
González, de la humilde pero grandiosa parroquia de la
barriada de Pescadores de Algeciras (Cádiz), al que le fue
concedido el ‘Premio Miel’ de 2011, por su gran labor
realizada hacia los más necesitados. Siendo otro claro
ejemplo de bondad y bien el padre Ángel García, fundador de
Mensajeros de la Paz.
Consecuentemente, mi oración favorita no es una de las
tradicionales de la Iglesia, porque desde que tuve
conciencia de la triste realidad social, política y
religiosa que me envolvía en esta jungla, mi oración
preferida es la Oración de la Serenidad escrita por Reinhold
Niebuhr que dice: “Señor concédeme la serenidad para aceptar
las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas
que puedo. Y sabiduría para reconocer la diferencia”.
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