Confieso que los domingos ardo en
deseos de enterarme del resultado obtenido por el primer
equipo de la ciudad: El Ceuta. Y también debo decir que
muchas veces me voy a la cama sin saberlo. Debido a que en
la página correspondiente al Grupo X de Tercera División, en
Internet, la información al respecto aparece muy tarde.
Así que ha sido el lunes, muy de mañana, cuando he conocido
que los jugadores entrenados por Álvaro Pérez habían
goleado al Arcos. Los cinco goles animan, pues, a creer que
el equipo terminará ganando dos o tres partidos lejos del
Murube. Lo que unido a la fiabilidad de las victorias
locales, harán posible que los aficionados puedan disfrutar
de una liguilla de ascenso.
Una liguilla de ascenso que sería, caso de disputarse, un
logro extraordinario. Un premio a la encomiable labor de los
directivos. Los que meses atrás tuvieron que hacer juegos
malabares para llegar a tiempo de participar en un
Campeonato contra los deseos de ciertos cargos políticos y
federativos. Una persecución manifiesta y que se ha venido
intensificando en todos los sentidos.
Juegos malabares para reunir una plantilla compuesta por
jugadores capaces de conseguir logros en una categoría muy
difícil y además contratando los servicios de técnicos
solventes. Plantilla formada con varios futbolistas locales
y otros que decidieron en su momento residir en esta ciudad.
Con lo cual se han visto cumplidos los deseos de muchísimos
aficionados.
De los problemas vividos por los directivos del Ceuta, para
sacar el proyecto deportivo adelante, puedo yo dar fe.
Incluso recuerdo haberles dicho, en aquellos días agosteños,
que no andaban buenos de la azotea por creerse que acabarían
formando un conjunto capaz de salvar la categoría. Y para
qué decirles cuando se permitían el lujo de decirme que
hasta pensaban estar entre los cuatro primeros clasificados.
Me viene a la memoria el enorme trabajo realizado por
alguien a quien el fútbol absorbe de tal manera que se
olvidaba y se sigue olvidando de los deberes de su empresa.
La de horas que le echaba a un asunto que le impedía
disfrutar en la medida de lo posible de sus ratos de ocio
veraniego. Los disgustos que le proporcionaban la falta de
medios para que los entrenamientos principiaran cuanto
antes. A fin de que los jugadores llegaran con las fuerzas
mínimas a los primeros partidos. Y, sobre todo, la fuerza de
voluntad exhibida para que la falta de instalaciones y
posibilidades económicas, así como las críticas acerbas de
cuantos actuaban en contra de él, no hicieran mella en su
entusiasmo.
El entusiasmo mostrado por los directivos es el que está
obrando el milagro de mantener ilusionada a una afición que
no esperaba lo que viene sucediendo. Que el Ceuta gane y
juegue muy bien en el Murube. Y que si es capaz de conseguir
seis o siete puntos fuera, en el tramo final de la Liga,
obtendrá el premio a un trabajo bien hecho. Que ya sería el
colmo a unas aspiraciones que solamente pasaban por mantener
la categoría.
Éxito, sin duda alguna, de unos directivos que comenzaron su
tarea, además de huérfanos de ayudas, siendo perseguidos
cual si fueran enemigos a batir. Persecución en la que ha
destacado la Federación de Fútbol de Ceuta. Mediante la
aquiescencia de nuestro alcalde.
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