Me considero un firme defensor de
la libertad de expresión del individuo, sean cuales sean sus
creencias ideológicas, pertenezcan o no a algunas de las
formaciones políticas actualmente existente. Un principio
compartido por la inmensa totalidad de la ciudadanía y
recogido explícitamente en nuestra Carta Magna, la
Constitución Española aprobada mayoritariamente por los
españoles en 1978, la norma suprema de nuestro ordenamiento
jurídico.
Debo recordar que nos encontramos ante un derecho recogido
en el artículo 19º de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948: “Todo individuo tiene derecho a la
libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de
no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar
y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas,
sin limitación de fronteras, por cualquier medio de
expresión.”
Este derecho, junto a mis firmes convicciones democráticas
me llevaron, hace años, cuando aún no gobernaba esta ciudad
la formación política en la que milito, a compartir mis
reflexiones sobre diferentes cuestiones de actualidad con
los lectores de este medio de comunicación. Unas
reflexiones, que como no podría ser de otra manera, están
sustentadas en sólidas creencias personales (ideológicas,
religiosas,....). Por tanto, no entiendo que estas
reflexiones puedan ser catalogadas como “rastreras” por
quienes supuestamente se autodefinen como demócratas
convencidos.
Sin embargo, defiendo el debate respetuoso entre personas
como instrumento enriquecedor de la sociedad actual.
Entendiendo como debate aquella técnica consistente en la
discusión de opiniones antagónicas, aunque rechazando
contundentemente la utilización en la misma de la crítica
soez, el insulto fácil y el desprecio a la diversidad de
opinión. En definitiva, ¿por qué defender unos
planteamientos puede ser tildado por algunos como “hacer la
pelota”? Sencillo, desprecian la libertad de expresión del
individuo.
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