Cuando ni el inconmensurable
interés que suscita el fútbol es capaz de evitar que los
ciudadanos, siempre tan dispuestos a debatir sobre
cuestiones relacionadas con el deporte rey, estén ahora
enfrascados en permanentes discusiones políticas, es la
prueba más evidente de que España está pasando por una
crisis peligrosa en extremo.
La crisis comenzó en cuanto una mayoritaria clase obrera y
media perdió gran parte de su poder adquisitivo para vivir
decentemente, debido a los recortes que se fueron
produciendo y, peor aún, al verse innumerables de sus
componentes, de la noche a la mañana, formando parte de los
carentes de trabajo.
Tan grande drama (porque nunca me cansaré de decir que el
hombre ha nacido para trabajar y que negárselo es dejarlo
casi emasculado), convertido en pánico, tuvo además el
efecto añadido de que muchos casos de corrupción, algunos
muy sonados, salieran a la palestra en momentos donde la ira
multitudinaria sólo necesitaba de una cerilla que encendiera
la mecha de la malaúva que produce la falta de recursos para
poder cumplir con los dos objetivos fundamentales de los que
hablaba ya el Arcipreste de Hita: “El hombre ha nacido para
comer y holgar”.
Con escasas posibilidades para comer y holgar, la gente
razona bien poco; pues con el bandujo vacío las malas
intenciones ocupan mucho espacio y mucho tiempo. Y van
aflorando cada día. Y qué decir cuando los ciudadanos se
enteraron de que el yerno del Rey se había especializado en
dar mangazos al alimón con su profesor de no sé qué…
Entonces, esos ciudadanos se revolvieron en sus asientos y
clamaron contra todo… Que fue, más o menos, lo ocurrido
también cuando se supo el mal uso hecho con los dineros de
los Eres andaluces. Una pasta gansa, procedente del erario
público, que se la quedaban los amigos de los amigos del
trinque.
Y, para colmo de males, entre escándalo y escándalo, de
patio de Monipodio, surgió el “caso Bárcenas”: el no va más,
de momento, de un asunto que tiene todos los visos de
pertenecer a la trama Gürtel. Y se armó, como no podía ser
de otra manera, la de Dios es Cristo. Sobre todo al palparse
en el ambiente, ya enrarecido, que Luis “El Cabrón” actuaba
y actúa de acuerdo con el sobrenombre que le pusieron sus
más allegados en el círculo de rufianes.
‘El caso Barcenas” ha servido para que el desafecto por los
políticos, que era ya enorme, se haya convertido en tremenda
inquina hacia una casta, considerada endogámica, nepótica,
cínica, mentirosa…, y que se ha ganado el derecho a que esta
frase de Julio Caro Baroja aparezca aquí: “Si hoy existiera
la pena de la hoguera, los políticos serían los más sujetos
a ella”.
Frase terrible, donde las haya, pero que conviene mentarla a
ver si es posible que la corrupción, tan dañina para las
instituciones que los políticos dicen representar, sea
castigada severamente. Porque de no ser así, día llegará en
que el estallido social sea de dimensiones considerables.
Con lo que ello significa.
Por consiguiente, y metido ya en tarea, no me queda sino
redoblar el tambor acerca del caso del coche de alta gama,
de la cocina divina de la muerte, de varios regalos más, y
de los diez mil euros del ala del cual hablaba yo, días
atrás, relacionados con un puesto del Mercado Central. He
aquí un asunto feo, muy feo, que puede estar relacionado con
un político sinvergonzón, y por el que debería interesarse
nuestro alcalde. Ya que no está el horno para bollos.
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