El secretario general de la Unión
General de Trabajadores ha sido muy claro a la hora de
avaluar el crecimiento de su sindicato en cuestión de
delegados en las distintas empresas, situando la evolución
en los últimos cuatro años en un 40% por encima de su más
directo competridor en este sector, el sindicato Comisiones
Obreras. Unos resultados que para Antonio Gil tienen una
lectura muy concreta. Y una consecuencia que no se dió en el
último Congreso de CCOO, es decir, la renuncia, marcha,
retirada o paso atrás de su líder, Juan Luis Aróstegui, que
parece perpetuarse en el puesto, pese a los adversos
resultados y la inexistencia de crecimiento alguno.
Antonio Gil analiza la situación predominante de su
sindicato en cuestión de representación y considera que “en
un Congreso normal el responsable se hubiera marchado” a la
vista de los datos cosechados. Y no sólo no se fue, sino que
no tuvo tampoco rival para aspirar al puesto, haciendo gala
de un liderazgo interno que no se sustenta con los
resultados en los centros de trabajo, donde la hegemonía es
de UGT con una diferencia sustancial.
El pronunciamiento de Antonio Gil, tan a las claras, hace
pensar en una crítica abierta hacia su oponente, quizás
consecuencia de algunas desavenencias que les ha hecho ir
por separado en la reivindicativa fecha del 1 de mayo o en
algunas otras protestas como señal inequívoca de
desencuentro por entender UGT que Juan Luis Aróstegui mezcla
política con sindicalismo o trata de moverse en la
indefinición sindical de manera clara. Ahora, Antonio Gil
debe pensar que una cuestión es la coyuntura del momento y,
otra bien distinta, no llamar a las cosas por su nombre
como, en este caso, el fracaso de Juan Luis Aróstegui como
líder sindical de CCOO
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