El arquitecto Juan Miguel Hernádez León (Málaga, 1945)
estuvo de nuevo en Ceuta esta semana. El último viaje a la
ciudad del catedrático de Composición en la Escuela Técnica
Superior de Arquitectura madrileña (ETSAM) y presidente del
Círculo de Bellas Artes de Madrid, coincidió con la
presentación, en esta última institución, de un libro
relacionado con el motivo que le ha traído a Ceuta: el
patrimonio histórico. A este ha dedicado parte de su carrera
profesional, además de como ensayista, en algunos de sus
proyectos, entre ellos la restauración del Conjunto
Monumental de las Murallas Reales. Participará en una obra
colectiva sobre la nueva Biblioteca Pública.
Conversamos con Juan Miguel Hernández León en el Parador la
Muralla, donde el arqueólogo de la Ciudad, Fernando Villada,
acaba de mostrarle la obra de la Puerta Califal. Este
arquitecto, que regresa a Ceuta siempre que tiene ocasión, y
vuelve esta vez de la mano de sus colegas Ángela García de
Paredes e Ignacio Pedrosa, autores del proyecto de la nueva
Biblioteca del Estado, sobre el cual va a escribir un
artículo para un libro colectivo. Hernández León, que conoce
bien la ciudad pues proyectó la restauración de las Murallas
Reales, presentaba al día siguiente en el Círculo de Bellas
Artes de Madrid el ensayo ‘Autenticidad y monumento. Del
mito de Lázaro al de Pigmalión’, que recoge sus reflexiones
acerca de los conceptos de autenticidad y memoria en
relación con el patrimonio.
Pregunta.- Esta visita suya está ligada al tema del
ensayo que presenta en Madrid, el patrimonio histórico,
inserto a su vez en el proyecto de la nueva Biblioteca de
Ceuta.
Respuesta.- Uno de mis campos de experiencia, no de
reflexión, fueron precisamente mis nueve años en las
Murallas de Ceuta.
P.- ¿Qué puede decirnos del edificio que han proyectado
Paredes y Pedrosa?
R.- Me ha parecido un gran proyecto, y además, creo, y así
se lo comentaba a Ángela e Ignacio, que de alguna manera
responde a un punto de inflexión en la arquitectura que
podríamos denominar contemporánea, es decir, aquella que
surge tras el periodo heroico de las vanguardias y que
posiblemente hacía un énfasis mayor en el carácter de objeto
del edificio. Sin embargo, estas últimas propuestas
arquitectónicas, y creo que la biblioteca es un buen ejemplo
de ello, de alguna manera introvierten el paisaje como una
parte básica de referencia del proyecto, el paisaje
entendido tanto como forma urbana como desde el punto de
vista de la topografía, la geografía, la luz, las
orientaciones...
P.- ¿Qué es lo más destacable?
R.- A mí me han interesado muchísimo varias cosas, no puedo
decir una sola. Una de ellas es toda la parte de hormigón de
cemento blanco, con esa granulometría que da una tonalidad
de un blanco diluido, todos esos pliegues, ese sistema
formal en que se van articulando las partes de hormigón
visto. En realidad, si uno observa el modo en que se sitúa
topográficamente el edificio, se da cuenta de cómo resuenan
las diferencias de cotas y esa posición tan expuesta desde
el punto de vista geométrico, con saltos de nivel muy
importantes, calles con unas pendientes fuertes. A ojos con
un poco de sensibilidad les recomendaría que observaran las
alineaciones de los distintos ejes, cómo de alguna manera
vibra esa materia, que es dura, muerta, a través de la
forma, del trabajo que han conseguido modelando todo ese
hormigón visto. Es un edificio que asume el paisaje y la
topografía.
P.- Una topografía complicada por la gran pendiente del
terreno...
R.- Eso... entenderlo como elementos positivo, ¿no?
Tradicionalmente los saltos de nivel, las topografías
complicadas, se resolvían de una manera escalonada, mediante
bancadas. Esta nueva arquitectura no utiliza la bancada y el
escalonamiento, que se podría definir como la introducción
de una geometría rígida y dura modificando el terreno donde
se asienta. Este edificio no establece una lucha con esa
topografía, hay una especie de acompañamiento o resonancia,
es decir, asumen en positivo condicionantes topográficos de
una gran complejidad.
P.- Y han tenido muy en cuenta además los arquitectos un
elemento que mencionaba al principio, la luz.
R.- La luz, la luz, por supuesto. Otro de los temas que me
han interesado de este edificio es cómo la luz genera un
tipo de relaciones con el tratamiento de esa fachada ligera,
escamada a través de las celosías metálicas que van
filtrando y que además responden, con perforaciones de
distinto tamaño, según la orientación del edificio. Desde
una visión lejana puede parecer que todo el recubrimiento,
esa piel del edificio, es homogénea, pero si te fijas, no lo
es. Hay sitios donde la orientación, por ejemplo, más al
norte, hace que la incidencia de la luz sea menor, por
reflexión, y ahí el agujero se hace más grande. Y sin
embargo, cuando es una fachada que está a poniente o a
mediodía, la trama se hace más tupida, de manera que filtra.
Eso es algo muy necesario en Ceuta, y yo lo he vivido,
porque la ciudad tiene una luz por un lado maravillosa pero
muy potente que tienes que domesticar. Entonces se convierte
también en un elemento positivo. Yo creo que hoy en día los
buenos arquitectos no trabajan en contra de, sino a favor
de.
P.- Y este pude considerarse entonces un ejemplo en ese
sentido.
R.- Yo creo que es sí. Y hay un último tema que me parece un
elemento protagonista en el proyecto y es precisamente esa
especie de confrontación con el yacimiento arqueológico, con
esa Ceuta de los siglos XIV y XV donde se puede ver esa
apertura interior. Es un edificio muy abierto, y esa
confrontación entre la nueva arquitectura y el yacimiento
arqueológico, con las casas y las trazas del caserío
islámico, genera un espectáculo que yo definiría como de un
cierto dramatismo. Las capas de la historia se sobreponen y
se confrontan, y a mi me gusta utilizar la palabra
confrontación no como lucha, porque significa, acompañar y
de cara. La utilizo no como lucha, sino como acompañamiento.
P.- Algo que no siempre es posible en Arquitectura.
R.- No, por eso digo que para mí hay una arquitectura, una
modificación de estrategia, de concepto, de la nueva
arquitectura, que es tan distinta en muchos casos de esa
arquitectura moderna de las vanguardias heroicas, que
buscaba la lucha, que se enfrentaba, no se confrontaba, a
las construcciones y tejidos históricos. Aquí es un
acompañamiento, no un mimetismo, no tiene sentido el
mimetismo, porque al final lo conviertes en una especie de
simulacro. Y para terminar están aquellos aspectos que me
parecen tan relevantes: la visión del edificio desde el
interior es completamente distinta. Lo que desde fuera
aparece supuestamente dotado de opacidad, cuando estás
dentro de la Biblioteca, o de sus distintas estancias, se
vuelve luminoso, abierto y te das cuenta de que dominas con
la vista, la bahía, el Estrecho, el otro mar interior.... Es
visualmente muy transparente, y esa transparencia que es una
característica evidente de la modernidad, sin embargo aquí
está utilizada también de manera muy sutil. La lámpara que
han diseñado, que es un triple eje que hace cada una de las
luminarias, está reproduciendo la confrontación entre la
geometría, un poco hipodámica, del yacimiento arqueológico y
la nueva geometría de las transformaciones que ha tenido la
Ceuta moderna. En ese sentido, creo que implica en sí una
especie de pequeña pincelada poética, es una luminaria que
refleja que los arquitectos han sido conscientes de que
están en ese ámbito de acompañar de frente a las dos
geometrías, que en este caso son geometrías planas.
P.- El yacimiento arqueológico tiene de hecho un gran
protagonismo, pues ocupa una superficie amplia y central.
Como comentaban los propios arquitectos, integrar unos
restos así es todo un reto.
R.- Sí. Normalmente si aparecen yacimientos arqueológicos
cuando estás haciendo un edificio de nueva planta se suelen
introducir en el sótano..., discretamente, los apartamos. Es
como el subconsciente en el sentido freudiano de la
definición del yo: esto lo dejamos en el subconsciente, el
yo y el superyó, que aparezca. Y sin embargo aquí, en una
operación casi de inversión freudiana, el subconsciente, que
es esa permanencia, ese estrato que está en el fondo, que es
como el fundamento donde se recoge la historia condensada de
la ciudad, se convierte en protagonista máximo del nuevo
edificio. Creo que eso es una solución estupenda.
P.- ¿Puede decirse que los vestigios históricos tienen
protagonismo sin restárselo al edificio?
R.- Sí, sí, porque hablamos de un acompañar, es un
compañamiento. Ni es una especie de mimetismo de asumir,
como en determinadas restauraciones, que el protagonista es
el otro y tú te sometes, o te mimetizas, te acompasas o
asumes esa jerarquía, ni es tampoco el imperativo este casi
totalitario de muchas nuevas arquitecturas que dicen, no,
esto al sótano, voy a encerrarlo en el sótano, como a la
madre de Psicosis, y la tengo allí como una especie de ‘sub’,
un ‘it’ o un ‘ello’, allí introducido. No, aquí se asume
paladinamente toda esa presencia. Eso es importante.
P.- En los últimos años se han dado en la ciudad algunos
hitos arquitectónicos, como La Manzana del Revellín, o este
edificio de la Biblioteca que completa un poco la zona del
Plan Especial del Recinto Sur. ¿Cómo ve estos proyectos
insertos en la evolución general de la ciudad?
R.- Bueno, yo he notado en estos últimos años en términos
digamos porcentuales, mejoras. Creo que las cosas cambian,
no todas para bien..., y que han aparecido hitos
arquitectónicos de una gran sensibilidad, como La Manzana
del Revellín, con esa manera de rellenar un vacío a partir
de recuperar la escala, los tipos edificatorios, pero
tampoco miméticos, sino con un lenguaje, en el caso de
Álvaro Siza, tan personal... Estilísticamente, uno reconoce
un Siza como puede reconocer un Picasso... y, aún así, es
capaz de asumir la escala, las alineaciones, de entender que
el edificio tiende a una expansión, que no es, como a veces
se había entendido o explicado, una fachada y que lo
importante es lo que pasa hacia el interior. Cualquier pieza
activa el espacio público y entra en diálogo con el, y esa
idea de que el edificio no termina en unos límites como
puedan ser los de cualquier objeto, sino que establece una
ampliación no sólo del campo visual, sino fenomenológico, es
muy importante. Creo que en esto, y es una de mis tesis, han
tenido mucho que ver las experiencias en otras disciplinas
artísticas, como la escultura y las intervenciones en el
espacio, las de Richard Serra u otros grandes escultores que
han sido capaces de transmitir al mundo de la arquitectura
esa idea de activación del espacio. Esta nueva sensibilidad
de entender que el edificio se expande hacia el paisaje y
que este se refleja en él es muy contemporánea aunque no se
ve, evidentemente en todas las arquitecturas, por desgracia,
ni en todos los arquitectos, si no seríamos todos genios. Me
gustaría dejar claro, pues se trata de algo que últimamente
me tiene muy inquieto, algo que el propio colectivo
profesional de los arquitectos ha utilizado desde hace ya
muchos años de una manera equivocada: esa definición de la
arquitectura como una especie de síntesis entre técnica y
arte, como si fueran dos cosas distintas, lo que explica en
cierto modo el fracaso social que ha habido de algunas
arquitecturas contemporáneas, e incluso cierto rechazo hacia
los arquitectos. Cuando lo estableces como dos cosas
distintas que tú eres capaz de unir mágicamente te pueden
decir, mira, para arte no nos interesas, porque habitar no
es una experiencia estética, sino algo mucho más profundo, y
desde el punto de vista técnico hay otros profesionales que
lo pueden hacer igual. Esta distinción es una comprensión
equivocada de lo que es la arquitectura, el hombre habita
mediante lo que construye, y ese construir tiene una
dimensión antropológica mucho más importante, eso desde la
técnica en el sentido moderno, pura, no se logra, y exige
otro tipo de formación y sensibilidad que intentamos
transmitir a las nuevas generaciones de arquitectos que
formamos, aunque no se consigue al cien por cien, claro, si
no...
P.- Y aun cuando se logra una obra así, no siempre es
comprendida.
R.- Ya..., pero aquellas obras que consiguen ese punto de
alguna manera la gente las va a sumiendo, a pesar de que
pueda haber una cierta extrañeza inicial, las va asumiendo
con naturalidad, y ahí es cuando se demuestra que esa
arquitectura es acertada. Es que la arquitectura no es
visual, entenderla asi es un error, esa frase de este
edificio es bonito o es feo no tiene sentido desde el punto
de vista de la arquitectura, porque es otra cosa, atiende al
habitar, a habitar como seres, como humanos, que habitamos
la tierra, que la utilizamos. Al arquitecto se le confía
algo muy delicado. Hay un poema que no recuerdo bien pero
que viene a decir: ‘Arquitecto, te he confiado mis sueños,
no los pisotees’. Esta es la clave de lo que entendemos es
la arquitectura, algo que emana de la mera técnica
edificatoria, que no es sólo técnica, ni es arte en el
sentido que lo entendemos, porque el arte es provocador, te
violenta, es otra cosa.
P.- El arquitecto tampoco controla el uso que se hace de
sus edificios. En La Manzana parece que faltara aún esa vida
que quería Siza, quizá porque dos edificios están vacíos.
R.- Pero hay gente que utiliza la plaza, y es un proceso
paulatino, no es algo para ver. El otro día, cuando venía en
un taxi, dije, anda, está iluminada y abierta, y me
respondieron, sí, es tan agradable pasear por ella... De
alguna manera, con una cierta naturalidad, se ha ido
ocupando como parte de la ciudad. Me decían también: es que
usted no sabía cómo era esto antes, y ¡vaya si lo sabía, que
la primera vez que entré yo ahí [en las ruinas del viejo
cuartel] iba con la policía. Al final, la ciudad lo ha
asumido porque da continuidad a un tejido, no es sólo un
edificio que está ahí para que lo veas y lo utilices, sino
que acabará siendo una calle más. Eso es lo importante,
porque entonces acabas haciendo ciudad, y la naturaleza de
la arquitectura es hacer ciudad. O debería serlo...
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