Llego hoy a trabajar, como un día más y me dan una noticia
que no me espero…, el letrado D. Emilio Jalil ha fallecido.
Me quedo de piedra, porque hace tres o cuatro días estuvo en
mi Juzgado, con su traje inmaculado, a preguntar por unos
asuntos.
Yo, que lo conozco desde que entré a trabajar en esta
empresa hace más de veinticinco años tenia con él una
relación muy especial, bueno, como casi todos los más
antiguos, siempre entraba de buen humor, siempre esperando
que me metiera con él para que me devolviera la broma, eso
le encantaba y se reía a carcajadas.
Llegaba con sus caramelos y sus pasas en un paquetito dentro
de su maletín, repartiéndolas a todos los que estábamos en
la oficina, clientes, compañeros suyos de profesión y
funcionarios.
Recuerdo cuando los Juzgados no teníamos presupuesto para
contratar interpretes de árabe o francés y lo buscábamos
físicamente por todo el juzgado para que nos auxiliara, y
siempre lo hacía, o si era tarde y el abogado del turno de
oficio se había marchado y venia un detenido… si te topabas
con D. Emilio, sabias que tenias el problema resuelto.
Eran otros tiempos, en los que dependíamos de la buena
voluntad de muchas personas para sacar el trabajo diario, y
si se conseguía era gracias a ellas, y entre éstas siempre
estaba Emilio. Todos conocíamos la tristeza que le invadió
cuando falleció su esposa, y lo triste que andaba por los
juzgados, pero se aferró a su trabajo, y continuó con su
labor.
Bueno compañero, espero que al lugar donde vayas te espere
tu esposa y sigas contagiando de alegría a todos los que
tengan la suerte de cruzarse contigo. Nosotros los
funcionarios de Justicia no te vamos a olvidar. Hasta
siempre amigo.
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