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OPINIÓN - SÁBADO, 16 DE FEBRERO DE 2013

 
OPINIÓN / LA DIANA

Ya nada será igual

Por Jauma


Nos dicen desde Europa que estamos en el buen camino, en la senda del crecimiento, en vías de recuperación, la nueva Alemania, el futuro se presenta halagüeño… según la biblia económica de los indicadores económicos. El problema estriba, tanto si es cierto como si no, en qué es lo que nos dejamos en el camino, en saber si eso es lo que queremos o no, y claro eso depende de la óptica de cada uno. Entramos, como siempre con retraso, en el siglo XXI, y con él debemos dejar atrás un modo de vida, una forma de entender el mundo y la época que nos ha tocado vivir, para afrontar de manera radicalmente lo que nos viene dado.

Al fin y al cabo era lo que queríamos, implicarnos en Europa, considerarnos parte de ese continente en el que geográficamente estamos incluidos, aunque políticamente nos hayamos visto desplazados una y otra vez. El sueño se convierte en realidad, ahora somos todo aquello que pretendíamos ser, aunque el precio a pagar sea alto, nunca nos había importado, hasta ahora. Porque cuando las cosas vienen mal dadas, es cuando la crítica se hace más ácida, cuando caemos en la cuenta de que en nuestro mundo se están incluyendo factores no deseados, que nos obligan a comportarnos de tal o cual manera.

Pero ¿acaso nos quedan alternativas? Solo cabe dejar de ir a remolque de los conceptos que se aplican como recetas inapelables desde los poderes centrales europeos y tomar las riendas de esos centros de decisión y poder europeos, es decir hacernos más fuertes, más poderosos y marcar el ritmo en lugar de vivir siempre a la sombra de las otrora poderosas potencias de la vieja Europa. Difícil, pero no imposible, marcar el camino en lugar de seguirlo, aprender de nuevo a manejarse en los foros mundiales, sin considerarnos a nosotros mismos como una potencia media, o lo que es lo mismo, de segundo nivel.

Para saber cómo se hace eso no hay más que observar con detenimiento a nuestros vecinos, liderazgo, vocación internacional, control interno de nuestra economía, pero sobre todo voluntad de no permanecer aislados, puesto que no es posible hacerlo, nos guste o no, la autarquía ya era imposible antaño, ahora es ridículo sin más.

Claro que somos lo que somos, lo que nuestra propia historia, nuestros antepasados y nuestras filias y fobias han hecho que seamos, por eso hay que superar todo aquello que suena a añoranza de un pasado que nos atenaza y nos bloquea.

Ya es tiempo de considerarnos una democracia consolidada, con sus virtudes y defectos, pero sin complejos.

Ya es tiempo de aceptar que el mundo gira y gira, nos guste o no, como Inglaterra aceptó que ya no era una gran imperio, adaptándose a las nuevas condiciones mundiales y apoyándose sin ambages en el nuevo líder mundial tras la segunda guerra mundial.

Aprovechar las fortalezas, esconder las debilidades, encarar con confianza los retos del mundo. No siempre es agradable comprobar que quizás hubiera sido mejor haber hecho las cosas de otra manera, pero es tarde para lamentos.

El pacto de estado que habría que demandar, entre otros, es el de los grandes partidos consensuando una política exterior continuista e implicada en la defensa de los valores de progreso y democracia, evitando los continuos vaivenes que nos hacen débiles a los ojos de los demás.

Es difícil, lo presumo, pero si algo debe enseñarnos esta crisis, es a evitar que los demás sean los que vengan a decirnos cómo debemos hacer las cosas, a estar preparados para futuras caídas y prestos a levantarse, a ser mejores y más rápidos a la hora de evaluar las continuas fluctuaciones de las economías mundiales y a prever las bajadas, grandes y pequeñas que nos hacen tambalear. Eso es lo que nos aguarda y de la forma en que lo asumamos dependerá nuestro futuro, no queda otra. Podemos seguir instalados en la comodidad de nuestro apacible sesteo o podemos coger el toro por los cuernos, no depende de nadie, solo nosotros, con nuestro esfuerzo y la necesaria actitud, podemos hacer frente a los desafíos.

Disponemos de las herramientas necesarias, contamos con el capital humano preciso para poder dar un paso al frente e iniciar un nuevo ciclo, con la lección bien aprendida.

No podemos seguir esperando a que los acontecimientos nos superen, hemos tenido la oportunidad de comprobar en carne propia lo que sucede cuando dejamos que eso ocurra, y dejar correr las cosas nos conduce directamente al modelo griego. La Europa del sur, tan denostada y subsidiada debe dejar de ser el furgón de cola y alguien debe liderarla. Eso si, sabiendo que las cosas nunca serán lo mismo.
 

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