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OPINIÓN - SÁBADO, 16 DE FEBRERO DE 2013

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vivas y Aróstegui se hacen los distraídos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mariano Rajoy ha dado en la manía de decir a los suyos que no hagan el menor caso a cuestiones relacionadas con la corrupción. Que no se debe perder el tiempo en denuncias de esa laya. Porque sólo sirven para entorpecer la labor que de ellos exige el momento actual de España.

Al presidente del Gobierno le pasa con Luis Bárcenas, como en casi toda Andalucía con la culebra, que no se nombra la palabra por motivos supersticiosos, y se dice “un bicho largo” o una bicha”. Aunque en el caso de don Mariano, la gente cree que, al margen de supersticiones de tres al cuarto, lo que le tiene es verdadero pavor al extesorero de los populares. Y no es para menos, mire usted, debido a lo que debe saber un tipo que ha estado media vida metido de hoz y coz en las entrañas de la organización.

Y hasta puede que Rajoy, tan pudoroso él, sienta un ataque de lacha, después de lo que dijo de Luis “El Cabrón” en el Congreso de Valencia, en 2008. No me extraña que se avergüence cada vez que le recuerden que fue él quién defendió con vehemencia al extesorero y hasta arriesgó con poner la mano en el fuego por su amigo Bárcenas. Cuando en aquel momento lo que hubiera convenido es someterle a una ordalía. Un Juicio de Dios para comprobar la inocencia o culpabilidad del acusado (no tomen lo dicho al pie de la letra).

Tan harto está el presidente del Gobierno del “caso Bárcenas”, que, cualquier día, al igual que el último rey portugués, don Manuel, cuando supo que un embajador hispanoamericano a quien debía recibir se apellidaba Porras y Porras (porra significa en portugués el miembro viril), podría exclamar: “¡Lo que me molesta es la insistencia!”.

La denuncia insistente acerca de la corrupción y de los corruptos es, sin duda alguna, tarea imprescindible por parte de todos los medios. De no ser así, se estará propiciando, cada vez más, que la cleptocracia siga campando a sus anchas. Lo cual es de una gravedad extrema. Ya que la existencia de muchos gobernantes ladrones es equiparable al terrorismo. Y no es una exageración. Pues la corrupción da pie a que actúen los violentos contra el sistema.

El problema es que las direcciones de todos los medios están enfrentadas, y basta que uno saque a relucir un caso de corrupción para que los otros intenten minimizarlo o negarlo. Y los políticos, que en cuestiones de enfrentamientos periodísticos están al día, suelen avivar las discordias para beneficiarse. Y esa actitud les ha permitido a muchos de ellos vivir convencidos de que podían meter la mano en la caja sin temor alguno.

Sin miedo alguno, por ejemplo, podríamos decir que está actuando un gobernante local. El cual, no conforme con la mamandurria obtenida -viene disfrutando de cargo y empleo provechoso y de poco o ningún trabajo-, parece ser que se lo está llevando crudo sin solución de continuidad. Y, mientras desde este periódico se viene avisando, sin prisa pero sin pausa, ninguna autoridad osa interesarse por un asunto que puede convertirse en un escándalo mayúsculo. En rigor, nadie quiere darse por enterado de tan feo asunto. Por más que se sepa que nuestra denuncia tiene consistencia. Lo lamentable es que nuestro alcalde se está haciendo el distraído. Aprovechando que Aróstegui, de natural inquisidor, se está haciendo el lipendi tanto en este caso como en el de la Federación de Fútbol de Ceuta.
 

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