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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE FEBRERO DE 2013

 
OPINIÓN / ANALISIS

Para exigir derechos hay que cumplir con obligaciones

Por Alejandro S.


El mayor control en las naves que reivindican los comerciantes del Polígono del Tarajal es consecuencia de su propia anarquía. Nos explicamos: en un contexto de absoluto desorden, quienes mantienen en el tiempo una situación atípica, irregular y desordenada, son los menos indicados para reclamar derechos cuando ellos son los primeros que no cumplen con sus deberes.

El primer punto sería la regulación laboral, ya que dan muy poco empleo y esta circunstancias, convierte a estos comerciantes en vulnerables de cara a la legislación, porque la vulneran. De manera que, si hiciéramos recuento de empleados reglamentariamente registrados, no habría ni uno por nave, que ya es decir. Por ello, a nivel de empleo, las 260 naves del Tarajal no suponen prácticamente nada para la ciudad.

Y si abundamos en el capítulo de legalidad a nivel de licencias de apertura, sucede otro tanto. Según nuestros datos, de las 260 naves que hay se han inspeccionado 131, detectándose que 55 se encuentran en situación ilegal y otras 11 presentan variadas irregularidades. En este círculo al margen de la ley, la Ciudad Autónoma de Ceuta ha de afrontar la situación normalizando lo que hace mucho tiempo dijo que iba a hacer y no ha hecho.

Por otra parte, si se ahonda en esta situación, se caen muchos mitos acerca de que el polígono del Tarajal sea el verdadero “motor económico” de Ceuta, cuando ni dan empleo estable porque no hay empleados legalmente registrados, ni a nivel de IPSI genera para la Ciudad Autónoma la rentabilidad que pudiera parecer por el volumen de negocio que allí se genera, máxime cuando la seguridad, sin contar mantenimiento y limpieza de todo el Polígino, supone anualmente la friolera de 1.800.000 euros al año y el IPSI que han generado en este último año ha ascendido a unos 800.000 euros, lo que da lugar a una sencilla conclusión: el polígono del Tarajal es deficitario para la Ciudad y para el Estado y los únicos beneficiarios serán los propios comerciantes a quienes les sale la seguridad gratis, cuando en otros polígonos industriales de la península, la seguridad se la pagan los propios comerciantes.

Se impone regularidad y hacer respetar las normas para evitar el caos que muchas veces se ha formado en una zona colindante con la frontera y en la que el trasiego de personas es intenso, si bien para exigir derechos hay que cumplir con obligaciones. Obligaciones de tipo legal, a nivel de empleados, de instalaciones, de negocio, de seguridad… de todo.

¿Cuántos establecimientos en el centro de la ciudad pueden subir la persiana y ponerse a operar sin estar legalmente cubiertos? Se exige cuando se cumple con la ley y se respetan las ordenanzas municipales. En otro caso, poca fuerza tiene quien se maneja en el torbellino de la ilegalidad, la confusión, el desastre y el chanchulleo más primitivo.

No se puede tolerar un comercio sin regulación, una Administración pasiva cuando no tolerante y una aplicación de la ley “a medida”, con la aplicación más palmaria de la “ley del embudo”, dejando lo ancho para los comerciantes del Tarajal y la parte más estrecha y restrictiva para los del resto de la ciudad.

La actividad comercial es muy loable y más, en tiempos de crisis, pero no a cualquier precio y sobrepasando todas las normas habidas y por haber. Mucha culpa de este complejo galimatías es de la Administración que no acaba de coger el toro por los cuernos o el problema por derecho. Y nunca mejor dicho lo de Derecho para hacer cumplir la ley sin ninguna excusa. Se ha dado el plazo suficiente como para que el que quiera regularizarse lo haga. Continuar en la situación de la ilegalidad es una decisión que bien merece la aplicación de la ley, caiga quien caiga. Sin miedo a las presiones y sin escatimar esfuerzos.

El polígono del Tarajal no puede ser el “territorio Comanche” de Ceuta en versión Pérez-Reverte. Y para poner en orden el Polígono hay que “mojarse” y aplicar y hacer cumplir las normas. Cualquier otra actuación es demagogia, confusión e intento de desviar la atención para no asumir las responsabilidades.
 

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