Decía mi madre que algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Lo mismo podemos decir de la Iglesia Católica. Se la critica
cuando se ve salpicada por las debilidades humanas, se la
critica cuando se opone a la falta de moralidad y de
valores, aduciendo que defiende principios rancios y
“tradicionales”. En muchas publicaciones y tertulias
supuestamente “bien intencionadas” se reconoce la “labor
humanitaria” de la Iglesia, como si la Iglesia de Cristo
fuese una organización no gubernamental al uso.
Los medios de comunicación, los partidos políticos, las
organizaciones sociales y económicas; todos quieren. reducir
la Iglesia Católica a categorías asimilables al mundo laico,
a ese mundo en el que no existe “La Verdad”, sino que cada
uno tiene su propia verdad. Ese mundo en el que el amor por
los seres humanos se confunde con una supuesta “tolerancia”
o un supuesto “respeto” por las opiniones o modos de vida
ajena. Ese mundo en el que se confunden amor y sexo, sexo y
pornografía, ese mundo en el que el fin justifica los
medios.
El porqué la Iglesia Católica es siempre objeto de polémica
se encuentra en las raíces de su propia fundación. La
iglesia Católica es la Iglesia de Cristo, es decir de Jesús
de Nazaret, de la casa de David que nació en tiempos del
emperador Agusto en la adea de Belén, un pueblecito remoto
de Israel bajo el dominio romano. Que es el Hijo de Dios, el
Mesías que había de venir, hecho hombre. Verdadero Dios y
verdadero hombre que predicó la conversión y fue torturado y
muerto en la cruz en tiempos del sucesor de Augusto, el
emperador Tiberio, y que a los tres días de haber sido
cruelmente asesinado RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS y durante
cuarenta días se apareció a cientos de testigos y afirmó su
permanencia entre nosotros hasta el fin de los tiempos. Que
para ayudar al ser humano a encontrar y entender su
verdadera naturaleza instituyó la Iglesia como referencia
viva y al primer papa como una roca donde anclarse: “Tu est
Petrus”’ tu eres Pedro tu eres la roca.
Así que, sí señores, la Iglesia Católica, los católicos,
creemos con absoluta certeza, no con relativa fe en que
Jesús de Nazaret, es Hijo de Dios encarnado en María por el
Espíritu Santo, totalmente hombre y totalmente Dios y, lo
crean otros o no, está absolutamente vivo. No es un
recuerdo, no es un moralista, no es un filósofo ni un
revolucionario social es ni mas ni menos EL HIJO DE DIOS
HECHO HOMBRE. Y esto es lo que hay.
Eso es lo tiene el agua cuando la bendicen, eso es lo que no
entienden, o pretenden no entender, o quisieran entender y
no saben cómo, o no quieren entender, o no se atreven a
admitir aquellos que piensan que la Iglesia debería
“flexibilizarse”, “ponerse al día” o vaya usted a saber qué.
La Iglesia se pone al día cada vez que se celebra una misa,
cada vez que un niño recibe su primera comunión, cada vez
que una persona se bautiza, cada vez que alguien se casa, se
confirma o recibe un sacramento.La iglesia se flexibiliza
cada vez que Cáritas o Manos Unidas desarrolla su labor de
amor. La Iglesia se flexibiliza cada vez que lucha por la
vida, por la igualdad de la mujer, contra las desigualdades
sociales. En fin, todo aquello que Cristo permanentemente
nos dice y que nos enseñó de forma práctica y dolorosa en la
Cruz: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Decir esto hoy es polémico y también lo era ayer y antes de
ayer. Plantear deberes en vez de derechos no es agradable,
indicar disciplinas en un mundo anárquico es de locos,
luchar por la libertad de los hijos de Dios en un mundo de
fanáticos es de suicidas, mantener de manera
intelectualmente válida que el ser humano está hecho para la
resurreción y que gracias a Jesús hemos vencido a la muerte
puede parecer de necios, pero esto es lo que hay.
El Papa Benedicto XVI y su antecesor Juan Pablo II nos
decían “no tengáis miedo” y dejad entrar a Cristo en vuestra
vida. Eso es lo que la Iglesia hace día a día admitir que
Dios está presente en la Historia real y diaria de los
hombres y las naciones e influye directamente en ellas. Por
eso somos diferentes, por eso somos puntos de referencia y
por eso millones de seres humanos vuelven sus ojos a Roma
esperando al nuevo sucesor de Pedro.
El faro sobre la roca sigue y seguirá iluminando. Omnia in
bonum.
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