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OPINIÓN - VIERNES, 15 DE FEBRERO DE 2013

 
OPINIÓN / EDITORIAL

La corrupción como epidemia

La corrupción nos asalta cada mañana como si fuera esa fruta madura de una sociedad decadente, huérfana de principios morales y materiales. Se esparce a todos los niveles como una epidemia y amenaza a todos los que manejan el erario público. Los últimos casos y los anteriores, toda esa retahíla de despropósitos que cercenan nuestras conciencias y ya no menoscaban nuestra capacidad de sorpresa, parecen llevarnos a considerar que España “ha tocado fondo”, como ha calificado José Manuel Caballero Bonald. Los límites insoportables de corrupción que soportamos día a día, con nombres de raigambre e identidades de alta alcurnia, nos han trasladado de la visión folklórica de un país de pandereta a un país de desalmados sin escrúpulos especializados en meter la mano en bolsillo ajeno: el nuestro, el de nuestros impuestos, el de todos los españoles.

Lo peor del caso es que aquí en Ceuta, pudiera darse el caso -ya que se ha demostrado que no hay nadie a salvo- que esta epidemia pudiera afectar a algunos si determinadas conductas continúan en tal estado de deterioro que, a nivel médico -ya que utilizamos la terminología para definir la corrupción-, habría que extirpar antes de que los comportamientos lesivos degeneren en algo más grave. Por ello, habrá que estar ojo avizor, ya que en cualquier momento y de la forma menos insospechada, no hay Ayuntamiento a salvo de que a primera hora entren los policías a requisar documentación, programas de ordenador, partidas presupuestarias y toda la documentación necesaria para que Anticorrupción averigüe dónde han estado los excesos cometidos. Ya hay puesto algunos ojos en determinadas actuaciones, como ahora se dice “poco ejemplarizantes”. A ver si el tsunami Urdangarin, Bárcenas y demás compinches se va a llevar por delante a alguien más en Ceuta. Ya se sabe que de tanto estirar, la cuerda se acaba rompiendo.
 

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