Se ha dicho siempre que quienes
escriben en periódicos deben hacerlo a gran velocidad porque
si no corren el riesgo de que, al llegar al último renglón,
ya no tenga actualidad el primero. En los tiempos que
corren, lo reseñado adquiere más sentido que nunca. Y es que
gozamos de la oportunidad de adentrarnos en Internet, cada
pocos minutos, pinchar en las últimas noticias y
encontrarnos que todo lo publicado anteriormente es ya
información añeja.
Lo cual más que facilitar la tarea de quienes opinamos, me
parece a mí, lo que hace es sumirnos en la indecisión de
elegir la mejor noticia a la que sacarle punta. Tratando de
no cometer el mismo error que el asno de Buridán. Ejemplo
fidedigno de cómo las vacilaciones acaban convirtiéndose en
pérdida de tiempo y hasta de ideas.
Es miércoles -jueves para ustedes- y confieso que antes de
escribir he estado sometido a la abundancia de temas de los
que opinar, y ello me ha llevado a caer en el error de
ponerme a titubear sobre qué asunto merecía la pena emitir
mi parecer. Aderezándolo, a ser posible, con buena letra y
mala leche. Ya que la columna literaria, cuando carece de su
parte correspondiente de malaúva, no deja de ser una
auténtica sosería.
Así que he estado dándole vueltas a lo último del ‘caso
Bárcenas’; es decir, a su liquidación cual empleado del PP.
Pero lo del tesorero está muy trillado de momento. He
sentido la llamada de escribir acerca de los desahucios y de
los suicidios que se han producido por semejante causa. Pero
no he querido ponerme sentimental y populista. La situación
de Ana Mato, pese a que me apasiona, tampoco me ha
ganado para la causa de hoy. Pobrecita ella. Hablar de la
renuncia de El Papa, en plan vaticanista, ni se me ha pasado
por la cabeza. Ya que no tengo ni la menor idea de
cuestiones relacionadas con la Curia Romana.
Tantos descartes me han llevado su tiempo y me han hecho
pensar en recurrir a lo más fácil: creo que va siendo ya
hora de que escriba del Ceuta y de sus derrotas lejos del
Murube. Lo cual se ha convertido en algo digno de estudio.
Y, cuando estaba a punto de hacerlo, suena mi teléfono y me
cuentan algo que me pone… en condiciones de escribir de
ello. Ya que se trata de una cuestión local. Y los asuntos
de la localidad tienen prioridad. Máxime si es de tanto
interés como uno cree.
Al otro lado del teléfono hay alguien, a quien considero
persona muy fiable e incapaz de hablar porque sí, que se ha
atrevido a decirme que hay un comerciante del Mercado
Central que anda diciendo que le ha costado una pasta gansa
hacerse con un local. Si no he oído mal, creo que han sido
10.000 euros los apoquinados a un político que sigue
haciendo de las suyas…
La cosa tiene su guasa. Que diría mi admirado Pepe
Jiménez “Bigote”. Porque ya llueve sobre mojado. Sobre
el mojado del coche de alta gama, de la cocina de lujo y de
otros extraordinarios regalos de la Tómbola de la suerte,
propiedad de un empresario agradecido, que le han
correspondido a un político a quien Vivas, nuestro
alcalde, debería llamar, pedirle las justas explicaciones
sobre su comportamiento sospechoso y destituirlo de
inmediato. Comportamiento de un político que parecer está
haciendo cosas raras. Y si bien uno no da validez a
actuaciones ni vistas ni probadas, entiende que a un cargo
del cual se duda debe requerírsele todas las explicaciones
posibles. Cuanto antes mejor. Que luego pasa lo que pasa…,
estimado alcalde.
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