A este país, es decir España, no
le sientan bien las libertades; le oigo decir a un tipo que
luce distintivos de cuando era obligatorio saludar con el
brazo en alto, plagio romano, y se cantaba el Cara al sol
por sistema. Lo que está ocurriendo es por haber admitido la
democracia. Con lo bien que nos iba con la dictadura. Y
remata así su perorata: “La mejor forma de Gobierno para un
país es aquella a que está acostumbrado”.
Quien así se manifiesta debe estar viviendo sus setenta
años. Y se permite el lujo de hablar en voz alta porque sabe
que a su alrededor impera el desánimo y la desesperanza que
vienen ocasionando la corrupción y la injusticia
patrocinadas por los partidos políticos. Y dado que no puede
negar que es de derecha, antes de arremeter contra el
partido gobernante, prefiere tomarla con la democracia. Como
si ésta fuera la culpable de todos los males que nos azotan.
El Fulano, a quien me refiero, está convencido de que los
españoles funcionamos mejor cuando somos gobernados por un
cirujano de hierro. Y no se corta lo más mínimo en airearlo.
Se le nota a la legua que le puede la amargura de saber que
su partido, en estos momentos, es sospechoso de corrupción,
de mucha corrupción; y prefiere, antes de reconocerlo,
atentar contra un pueblo que quiere vivir políticamente
emancipado. Y no duda en hacerle propaganda al absolutismo,
poniendo como excusa lo ya dicho: que a los españoles no nos
sienta bien la libertad democrática.
Y es entonces que me acuerdo de algo que leí en ‘Cartas a
los celtíberos esposados’, cuyo autor era Evaristo
Acevedo, y que decía lo siguiente al respecto: “Es lo
mismo que si cogiéramos a un ciudadano que acaba de tomarse
tranquilamente diversas lonchas de jamón serrano y le
introdujéramos violentamente los dedos en la boca. Tras
penosas arcadas y convulsiones, el ciudadano lo devolvería
todo. Histórico momento en que podríamos afirmar: A este
individuo le sienta el jamón como un tiro. Lo mejor es que
durante el resto de su existencia deje de comer jamón y no
tome más que calditos”.
Pues bien, en momentos donde la corrupción de los políticos
está causando indignación entre los españoles, comienza a
sentarse las bases de una política turbia, indecisa, que
está provocando toda clase de divisiones y banderías
peligrosas. Y conviene no echar en saco roto los comentarios
contra la democracia, cada vez más generalizados y que hacen
pensar que, por culpa de la corrupción política
generalizada, haya quienes piensen que la ocasión es
pintiparada para meternos los dedos violentamente en la boca
para que devolvamos el jamón serrano de las libertades y
atizarnos el caldito de la suspensión de derechos
constitucionales.
Por consiguiente, bien haríamos los ciudadanos en decirles
basta ya a los políticos. Basta ya de meter la mano en la
caja. Y de hacerles ver que no somos borregos dispuestos
para el sacrificio de sus intereses. De no ser así, mucho me
temo que la situación termine un día como el rosario de la
aurora. Y, llegado ese momento, peligroso en extremo,
siempre seremos perdedores.
Lo único acertado que dijo el Fulano que hacía proselitismo
del gobernar absolutista, fue que, amén de saber el
patrimonio de los políticos gobernantes, habría que
exigírselo también a quien lidera la oposición. Y no se
refería a Mohamed Alí, no; sino a Juan Luis
Aróstegui. Cuyo patrimonio real debería ser aireado
cuanto antes. Y argumentó lo que decía. En fin, que la calle
está calentita. Y uno se limita a contar lo que oye.
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