Es como podemos tildar la actitud
de una gran parte del público que asistió en Vitoria, a la
final de la Copa del Rey de Baloncesto, y que a la hora de
interpretar el Himno Nacional lo recibió con una pitada
monumental.
Uno, mirando la situación, no puede explicarse, por qué
motivos se llevan ciertas competiciones, las finales
especialmente, a determinados lugares, donde se sabe de
antemano que, de una o de otra forma, habrá lío.
Y para que no faltara un apoyo más a eso de pitar al Himno
Nacional, uno de los finalistas, que a la postre fue el
vencedor, era el Barcelona.
Ni me lo puedo explicar, ni hay razón alguna para que se
premie a lugares que no lo merecen con ciertos espectáculos
deportivos y a otros lugares mucho más merecedores se les
vuelva la espalda.
No pongo en tela de juicio que las instalaciones en Vitoria
sean buenas, muy buenas, pero lo que sabe todo el mundo es
que llevar una final a esos terrenos es estar abriendo las
puertas al escándalo, en el momento en el que aparece el
Jefe del Estado y se interpreta el Himno Nacional.
No es la primera vez que esto ocurre, cuando hay en juego
equipos o instalaciones vascas y cuando, además, entra en
escena el Barcelona.
Esto es algo que se repite con tanta frecuencia que sería la
hora de ver como se ataja de una vez, llevando esas
competiciones a otros lugares y no dando la carnaza que van
buscando muchos de esos espectadores.
Y como no todos son iguales, ni actúan con unos mismos
parámetros, ahora más que nunca debo aplaudir la actitud que
tuvo el Real Madrid, por cuestión de obras, cuando no
permitió que, en el Santiago Bernabéu, se jugara aquella
final de la Copa del Rey.
Al menos, desde ahí, sus responsables pueden jactarse de
decir que en su campo no se pita al Rey, ni al Himno
Nacional.
Hechos de este tipo valoran la seriedad y el respeto de
unos, frente a la chabacanería y el alboroto de otros.
Es más, si no fuera porque parece que se llevan esas fases
finales, buscando dinero, creo que hay lugares merecedores
de una fase final y que conllevarían, además, el respeto que
esos actos merecen.
Instalaciones, hoy por hoy, para jugar una final de ese
tipo, las hay en Málaga, las hay en Cáceres, las hay en
Valladolid, en Valencia o incluso en la propia Melilla que
lo acogerían con todo orgullo y respeto, y así podríamos
seguir recorriendo toda la geografía española, por lo que
sigo sin comprender por qué se tiene que llevar una fase de
estas a Vitoria, y más si hay posibilidades de que esté el
Barcelona, en esa final.
La pitada, viniendo de donde vino, al Himno Nacional
Español, nos da la imagen más exacta de donde están los
focos que tratan, por las buenas o por las malas, de
desestabilizar la unidad de este país.
Y si no fuera por la hipocresía que se da, en este país,
tras repeticiones de acciones de este tipo, sería la ocasión
de pedir responsabilidades a los que concedieron esa fase
final a tierras de Vitoria.
Aquí, está visto, lo que cuenta es el dinero, mientras que
la dignidad no parece que tenga ningún valor.
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