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OPINIÓN - LUNES, 11 DE FEBRERO DE 2013

 

OPINIÓN / SNIPER

Lloro contigo, Túnez
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Aviados están quienes piensen que la llamada “Primavera Árabe” ha sido un hecho puntual, pues encaramos un proceso del que solo hemos vivido los prolegómenos. Si en una primera fase las monarquías han aguantado el envite, puede que en un segundo asalto estén en el punto de mira siendo la jordana el eslabón más débil de la cadena. Por otro lado y pese a no ser las fuerzas desencadenantes, los movimientos islamistas de diferente signo, bien estructurados y mejor organizados, han sabido subirse al carro y llevar las aguas a su particular molino: en Egipto, el gran país árabe bañado por el Nilo, los Hermanos Musulmanes han tomado el control del ejecutivo, en Túnez, Ennahda se ha visto obligado a pactar con los “laicos” (para entendernos, musulmanes no islamistas) y en Marruecos los islamistas parlamentarios del PJD, sin duda los más moderados de entre ellos, encabezan un gobierno junto a otras tres fuerzas políticas después de ganar las últimas elecciones. Matizando que el islamismo es fundamentalmente, si bien bajo cobertura ideológica religiosa, un movimiento político conservador y de derechas que ahora, al gobernar, va a tener que ir más allá de su habitual demagogia populista y enseñar su verdadero rostro, además de buscar respuestas creíbles para solucionar las graves carencias que padece una amplia mayoría de la población enfrentándose, en definitiva, a la horma de su zapato: la cuenta de resultados.

En el Reino de Marruecos, tanto por razones objetivas como por la propia evolución de los islamistas parlamentarios del PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo), parece fuera de dudas el compromiso de Abdelilah Benkirán y los suyos con las reglas del juego y la alternancia democrática. ¿Pero podemos decir lo mismo en el Egipto de Mursi o el Túnez de Ghanuchi...? Hay por desgracia bastantes indicios que apuntan en otra dirección. Fuentes de absoluta confianza de este escribano en ambos países, apuntan en el primero a una destrucción sistemática de sus instituciones y a un clima soterrado de violencia social, en la que milicias islamistas estarían ya actuando usando uniformidad propia de unidades policiales y del ejército, “con un Mursi que dice una cosa pero hace otra y tiene todos los poderes, como Mubarak”. ¿Y en Túnez....? La complacencia de Ghanuchi y buena parte de Ennhada (Hamadi Jebali representaría al ala moderada) con los salafistas radicales, primos hermanos al fin y al cabo, está despertando una gran aprehensión en el país. Porque hay otra cosa clara: si bien más variopinta y peor organizada, la sociedad civil no islamista de Egipto y Túnez no se resigna, después de la caída de Mubarak y Ben Alí, a una remontada salafista y un eventual control del Estado por parte del islamismo radical. En Egipto hay una amplia población abierta y liberal, mientras que Túnez es una sociedad de base laica y con un fuerte movimiento feminista.También es frustrante que los proyectos de nueva constitución pivoten sobre la aplicación o no de la sharia (ley musulmana) y la identidad islámica del Estado, en lugar de abrir un debate profundo sobre la democracia real y las libertades tal y como son universalmente aceptadas.

Los últimos acontecimientos en Túnez, teñidos de sangre con el asesinato el pasado jueves 6 del veterano abogado y representante del Partido de los Patriotas Demócratas Unificados (PPDU), Choukri Belaïd, ha sido la gota que colmó el vaso. Con independencia de la mano asesina de sus ejecutores, la familia recuerda que estaba sufriendo verosímiles amenazas de muerte pese a lo cual no se le brindó protección policial. Este odioso asesinato político está aún por dilucidar y, aunque las acusaciones hechas a los salafistas de Ennahda (varias de sus sedes han sido incendiadas) y, particularmente, a las inquietantes milicias islamistas de la Liga de Protección de la Revolución (la banda armada de Ennahda, que ya actúa como policía religiosa en muchas barriadas) no estén hoy por hoy probadas, no es menos cierto el acoso por parte de éstos, de palabra y obra, a los valores de tolerancia y libertad que conforman la base de la sociedad tunecina. Ennhada no se ha desmarcado suficientemente del islamismo aun más radical que el suyo, ha permitido el destrozo de más de treinta morabos (santuarios) por todo el país, la colocación de banderas de Al Qaïda en la universidad, las múltiples agresiones contra intelectuales, el acoso a periodistas... Más aun: en Tataouine, octubre de 2012, hordas de activistas de Ennahda apalearon hasta la muerte a Lotfi Naguedh, conocido militante político. Merece recordarse, como síntoma y símbolo, las críticas de Belaïd al líder islamista Ghanuchi, quién había justificado la violación de una joven por dos policías con la peregrina reflexión “¿Qué hacía esta chica de noche por la calle?”. ¿Se desliza entonces Túnez hacia una eventual guerra civil....? No voy a decir que no y el próximo 23 de junio, sobre el terreno cara a las próximas y decisivas elecciones (Ennhada controla actualmente solo el 41% de los escaños de la Asamblea Constituyente) legislativas y presidenciales, ya les contaré. Quizás y con lo que se avecina, al final del camino tenga razón Spengler y la civilización descanse en un puñado de soldados. En el entierro de Belaïd, en el cementerio del Jallez, el ejército tunecino desplegó un importante dispositivo de seguridad con helicópteros incluídos, para proteger a la familia y a más de 50.000 manifestantes que acompañaron al féretro, siendo constantemente aplaudido, mientras la atribulada familia del líder asesinado a la vez que rechazaba la asistencia al sepelio de miembros acogía calurosamente al general Rachid Ammar, Jefe del Estado Mayor del Ejército. Como contrapunto y con la muerte en los talones de Belaïd, ha sido realmente obscena la contramanifestación ayer sábado de 6.000 militantes de Ennahda coreando eslóganes islamistas y apoyando, expresamente, a Ghanouchi. Lloro contigo, Túnez, lloro junto a ti.
 

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