LUNES 4.
El Ceuta ganó al Sevilla C y convenció con su juego. Los
aficionados hablan y no acaban de lo bien que se lo están
pasando en el Murube, cuando juega el primer equipo de la
localidad. La gente no entiende a cuento de qué la
Federación de Fútbol de Ceuta se opone a que la publicidad
conseguida por el club no pueda exhibirse en los sitios
adecuados al efecto en el campo. Y hasta puede que un día
invadan los aficionados al terreno de juego cuando se
vuelvan a producir los lamentables hechos ocurridos el
domingo pasado. Los lamentables hechos consisten en lo que
les voy a relatar. En vista de que los empleados de la FFC
se oponían a que la publicidad luciera en los paneles
adecuados, los directivos decidieron exponerla en el césped,
sostenida por los recogepelotas. Y cuando éstos estaban
cumpliendo con ese cometido, los aspersores comenzaron a
funcionar. Para que los chavales tuvieran que abandonar el
terreno de juego. Lo ocurrido, si volviera a suceder,
debería tener una respuesta ejemplar: que el público salte
al campo y acabe con semejante barrabasada.
Martes. 5
Cuatro de la tarde. Reunión de amigos en sitio donde se está
más que bien. Se habla de todo durante la sobremesa. Uno de
los presentes me dice que le había gustado lo escrito por mí
el pasado día tres. Una columna cuyo título rezaba así: “El
lápiz rojo de la censura”. Y argumenta lo que dice: “Lo que
tú opinaste, ese día, ha empezado a cumplirse. Pues ya se
está persiguiendo al mensajero que ose referirse al ‘Caso
Bárcenas’ y no se ponga de parte del Partido Popular. Y
mucho me temo que nos quedemos sin saber lo que ha ocurrido.
Tampoco me extraña que la verdad del asunto sea conocida
cuando pasen muchos años. Es lo que ha venido ocurriendo
siempre en España. Que nos cuesta aceptar la realidad y
terminamos echando una tonelada de tierra sobre cualquier
desmán cometido por los políticos”. Los políticos deberían
darse cuenta, digo yo, que están poniendo a prueba la
paciencia de los ciudadanos. Y cualquier día, cuando menos
lo esperen, se armará la de Dios es Cristo. Oído al parche,
pues.
Miércoles. 6
Hacía un mundo que no coincidía con Pepe Torrado,
presidente de la Autoridad Portuaria, por si alguien no lo
sabe todavía, y nos pusimos a conversar. Pepe, a quien
conozco desde hace la friolera de treinta años, en cuanto
nos vemos, siempre me recuerda pasajes vividos otrora, y de
los que yo, a pesar de presumir de mi buena memoria, tengo
ya vagos recuerdos. Tras los primeros minutos de charla, PT
tiene a bien ponerme al tanto de cómo se encuentra
Francisco Antonio González, después de haber sido
operado en Madrid, la semana pasada. Y, en vista de que las
noticias son alentadoras, lo celebro echándome un rioja al
coleto. Brindando para que la salud de Pacoantonio tome la
buena senda. Y le permita seguir entusiasmado con su
cometido como delegado del Gobierno. Tarea complicada. Y no
iba a ser menos en una ciudad de la que no me cansaré de
decir que es pequeña pero que tiene problemas de urbe
grande.
Jueves. 7
A mí no me asombra ya nada. Ni por lo que he vivido ni por
mi edad. Puesto que he visto cosas increíbles y he oído
disparates tan enormes como la catedral de Burgos. Pero
confieso que me hubiera gustado tener la posibilidad de
decirle cuatro impropios a la directora general de la
Agencia Tributaria, Beatriz Viana. Que no por tonta,
tonta de solemnidad, está eximida de que alguien hubiera
decido ponerla como chupa de dómine. Sucedió que, tras ser
preguntada por varios periodistas sobre la amnistía fiscal
de la que podría haberse beneficiado Luis Bárcenas y
otros imputados de la trama Gürtel, respondió a su aire… Y,
creyendo que ya no la oía nadie, sacó a pasear su necedad:
“Yo no sé ni lo que he dicho, ahora me van a sacar cualquier
barbaridad que haya dicho”. Cómo es posible que sea
directora general de nada esta mujer. Pero no por ser mujer,
no vayan a creer que van por ahí los tiros, sino por haber
demostrado que es inválida para desempeñar cualquier cargo.
Y menos para el cargo que ostenta. La señora Viana, Beatriz
ella, tendría que salir corriendo de su despacho y no volver
nunca más a ejercer su cometido.
Viernes. 6
Conversación entre personas que echan la vista hacia atrás.
Y alguien saca a relucir el nombre de Aida Piedra. A mí se
me ocurre decir que era mujer que se metía por los ojos. Su
cuerpo, cuando yo la conocí, era fuerte y hermoso. Así que
hombres y mujeres la miraban con codicia. Y ella, recién
llegada a Ceuta, formando parte del GIL, supo interpretar a
la perfección el papel de “Belinda”. Parecía sorda y
muda. Mientras Antonio Sampietro se la comía con los
ojos y daba muestras evidentes de estar colado por ella. Y,
claro está, tan prendado de ella estaba que lo arruinó
políticamente. Aida Piedra supo disfrutar de lo lindo en
esta ciudad. Y, además de holgar y de vivir más que bien,
hizo feliz a otras personas que la siguen echando de menos.
Participó en un voto de censura contra el GIL, debido a que
estaba de Sampietro hasta el mismísimo. Y porque se había
entendido muy bien con una mujer que fue, luego, la
perdición y la alegría de otras. Aida Piedra, sin duda,
forma parte de la historia de esta ciudad.
Sábado. 7
Coincido con Ángel Gómez, superintendente jefe de la
Policía Local, en la cafetería del Hotel Tryp. Y, como
siempre que ello ocurre, nos ponemos a charlar sin tapujos.
Ya que entre nosotros, debido a los años que hace que nos
conocemos, no caben conversaciones de medias tintas. Tras
charlar de cuestiones relacionadas con su cargo y del trato
que recibe la Policía Local por parte de la prensa, me dice
que, desde hace un mes, tiene en su casa una botella de vino
de la Ribera del Duero dispuesta para que llegue a mis
manos. Y, entre bromas y veras, le digo que mentir no se la
da muy bien. En ese momento, aparece Cristina, su mujer, a
la que le tengo ley, y sin saber de qué iba la conversación,
va y me dice que en su casa hay una botella de buen vino
destinada para mí. Y que está harta de decirle a su marido
que me la entregue. Menudo favor le ha hecho Cristina a su
marido. Porque a ver cómo me atrevo yo, a partir de ahora, a
poner en duda lo que diga Ángel Gómez. Superintendente Jefe
de la Policía local. Que no es moco de pavo.
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