En España existe un temor
colectivo a encararse con la realidad. Y la de los corruptos
no iba a ser menos. De ahí que uno tenga la certeza de que
todo lo que ha ocurrido sobre el caso Bárcenas se
sabrá dentro de treinta años. Como menos. Cuando el asunto
ya no le interese a nadie y los trincones hayan pasado a
mejor vida y los ciudadanos, cuando se les pregunte por
Bárcenas –conocido entre los suyos por Luis “el cabrón”-,
respondan que les suena a chino.
A chino le sigue sonando a nuestro alcalde lo que se ha
venido diciendo de alguien que ha recibido regalos por parte
de una empresa como correspondencia al trato de favor
recibido por ese alguien. El cual ocupa un cargo público.
Hablamos de presentes que no son baratijas. Ya que en el
premio de la tómbola del agradecimiento empresarial ha
entrado un coche de alta gama; una cocina de mucho fuste, y
otros detalles exquisitos. Y lo que no sabemos. Puesto que
puede haber otros obsequios de mucho valor.
Hablando de ello con persona que conoce todos los entresijos
de la Administración local, con quien sigo manteniendo muy
buenas relaciones, a pesar de que no pocas veces nuestros
desacuerdos afloran, me dice que acabar con la corrupción
será imposible. Por más que en estos momentos la gente esté
poniendo el grito en el cielo, debido a que las
posibilidades de vivir decentemente se han ido acortando y
la pobreza sigue avanzando sin solución de continuidad.
Le digo que su respuesta es desoladora. Que nunca le había
visto destilando tanto pesimismo. Y que día llegará en el
cual los ciudadanos decidan poner pie en pared. Decir basta
ya y tomar la calle. Esa calle que los políticos han creído
que es suya. Y que están convencidos de que quienes la
transitamos nos hemos acostumbrados a soportar lo que ellos
decidan hacer con nosotros. Los políticos, entre ellos
Vivas, deberían recordar nombres de reyes, gobiernos y
partidos que perdieron su extraordinaria situación en un
amén. Por haber creído que tenían todo el derecho del mundo
a comportarse como les diera la gana.
Mira, Manolo, prefiero no hablar de ese asunto… Pero
a cambio te voy a contar algo que te va a interesar. Algo
más cercano. Referente al comportamiento de muchos políticos
de esta ciudad. Y, por supuesto, a cómo les agrada
sobremanera viajar de gañote. Por la cara, vamos. Que la
tienen muy dura.
Te explico: hay una agencia de viajes, cuyo nombre me vas a
permitir que no mencione, por razones obvias, que les tiene
comida la sesera a los cargos públicos, desde hace la tira
de tiempo. Se trata de lo siguiente: los cargos públicos
viajan a los mejores sitios y se hospedan en los mejores
establecimientos. Sin pagar nada. Pero nada, ¿eh?; así como
suena. Es un hecho al cual se han acostumbrado los
susodichos y lo han convertido en ley. Tan en ley que hasta
exigen más de lo debido.
-No me lo puedo creer –le digo a mi interlocutor.
-Vaya, hombre, me responde él, a ver si ahora te vas hacer
el estrecho.
-A ver, amigo, ¿estás diciéndome que al propietario de esa
agencia de viajes le sobra el dinero y que un día decidió
tirarlo por la ventana?
-Más o menos… Aunque, en este caso, lo tira por una ventana,
para recogerlo por otra, con sus correspondientes y
cuantiosos porcentajes. Desengáñate: hay Bárcenas por
doquier.
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