El apagón del martes pasado, pocos
minutos después de las tres de la tarde, me cogió en la
calle haciendo de cicerone de unas personas que habían
venido de visita a Ceuta. La falta de luz se produjo en el
preciso momento en que nos disponíamos a tomar café. Pronto
nos enteramos de que la avería era general, o ‘cero’, que
dicen ahora.
Los visitantes se quedaron sorprendidos cuando les dije que
lo ocurrido era habitual en esta ciudad. Que ya estábamos
acostumbrados a padecer situaciones así. Y les conté que si
algo bueno tenía la avería es que a mí me ponía en
condiciones de mirar hacia atrás. Hacia aquel triste mundo
de restricciones de luz eléctrica, de cartillas de
racionamiento, de periódicos abiertos por las páginas de
fútbol, de coches con gasógeno, colas, pan negro, azúcar
amarillo, boniato, chocolate terroso, etcétera.
Mis oyentes, veintitantos años menos que yo, me miraban como
diciendo ¡que coño está diciendo este tío! Y pronto los
tranquilicé. Os cuento: a mí los apagones de luz me
transportan a los años cuarenta. A los años de una posguerra
en la que ocurrían todas las cosas enumeradas y muchas más.
No lo puedo remediar. Y además me siento como pez en el
agua.
Y Endesa, con sus actuaciones en esta ciudad, me permite
trasladarme a ese pasado con mucha frecuencia. Así que estoy
en deuda con la compañía. Y, por ello, aprovecharé la
ocasión, una vez más, para rogarle a las autoridades
locales, y especialmente a la consejera de Fomento, que se
abstengan de molestar a la Empresa Nacional de Electricidad
con expediente tan al uso. Que bastante hace Endesa cobrando
tarde y mal…
A lo que iba, que si no se me olvida un caso que, siempre
que me meto en aquel triste pasado de la posguerra, cuento
con fruición. En España, el “Maestrillo”, un pobre hombre de
Barcelona, Venancio Benjamín Velasco García, nacido
en Basauri, de Vizcaya, sabía falsificar tan portentosamente
los sellos y los billetes, que hubiese podido hacerse
millonario en cuatro meses. Sin embargo, nunca “trabajó” más
que lo justo para pagarse la pensión y comprar el alimento
de cada día.
Mis amigos me miraban sin dar crédito a lo que les relataba.
Y tardaron lo suyo en concederme el crédito de la duda. Si
bien acabé por convencerlos. Eso sí, no sin antes
facilitarles el lugar donde está registrada la noticia de
aquella época. Y fue a partir de ese momento cuando se abrió
paso el cachondeo. Y, claro está, surgió el nombre de
Bárcenas; conocido entre los suyos, los populares, por el
sobrenombre de Luis “El cabrón”. Por algo será…
Luis “El cabrón”, sin duda alguna, de haber sabido
falsificar con la misma facilidad que el “Maestrillo”, se
habría convertido en un banco emisor de dinero. Y estaría
paseándose por el mundo, convertido en un mecenas
encantador. Luis Bárcenas, Luis “El cabrón” para sus amigos
de la trama Gürtel, parece ser que no considera excesiva esa
pasta que se ha agenciado. De modo que sus ostentaciones han
sido pocas. Vamos, que son más o menos parecidas a las que
quizá se haya permitido la ministra Ana Mato, cuando
estaba casada con Javier Sepúlveda. Otro que no
quiero contaros lo que habría sisado caso de haber tenido
las habilidades de Venancio Benjamín Velasco García, alías
el “Maestrillo”.
Los apagones de Endesa, como ustedes pueden comprobar, me
iluminan. Gracias, Endesa.
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